• II

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— ¿Acaso vieron a la senpai de tercero? Esa con una graaan cuerpo... —pasan chicos saliendo de la secundaria por enfrente mío, varios chicos en grupo. El que habla hace gestos con la mano, tratando de formar un... ¿gran trasero?

— Ooh, sí —un amigo suyo ríe acompañado por otros más, yo solo los sigo con la mirada, examinándolos.

No entiendo la idea de la charla pero bueno, tal vez así sea la adolescencia.

Parecen ser seis chicos en total. Algunos con pelo marrón, otros dos con pelo negro y un pelirrojo.

—¿Tú la has visto? —le pegan un codazo al pelirrojo quien, con sus ojos absortos en algún lugar, no parece prestar atención.

Es peculiar, distinto. Distinto por más factores que solo su pelo claro. Observa los árboles y sus hojas naranjas, como su pelo, que caen al piso, cosa causada por el otoño.

Tiene su abrigo abierto, aún cuando este otoño es tan frío. O al menos eso he oído, que este otoño ha tenido temperaturas más bajas de lo normal.

Él vuelve a la tierra tras un silencio comunitario de sus amigos que lo miran fijamente.

— ¿Qué? —pregunta con indiferencia.

— Que si has visto a la senpai de tercero —le aclara uno de los del grupo.

— Oh —saca una mano de su bolsillo, llevándosela a la cabeza, acariciando sus cabellos esponjosos—. Creo que no...

En uno de los viajes que hacen sus ojos de aquí a allá, nuestras miradas se cruzan. Aún así, él vuelve a desviar la mirada tras un segundo.

Casi me olvido que no me puede ver, claro.

Mi cabeza se va hacia abajo, mi visión enfocada en mis zapatos, en las losas del piso, llenas de hojas caídas el árbol bajo el que estoy.

— ¿Qué pasa? —la voz de un amigo suyo vuelve a sonar.

Levanto la cabeza. Mis ojos se abren de par en par para observar la escena. Él, el chico peculiar, dejó de caminar, y sus amigos lo miran, confundidos.

Gira su cabeza para todos lados, sus dedos jugueteando con ellos mismos, como todo aquel que busca una excusa.

— Nada, me olvidé algo en la escuela. Sigan sin mí.

Sin dudar de sus palabras, asienten y siguen caminando sin él.

Mi situación me ha dado tiempo para observar, observar demasiado. Y sí, parece que el chico peculiar mintió, aunque es muy bueno en eso...

De repente, oigo hojas pisadas, viniendo en mi dirección. Retengo un suspiro mientras evito cualquier tipo de emoción. No es como que venga hacía mi, de cualquier modo.

No podría aclarar si me sentí relajado o triste cuando él pasa de largo, sin mirarme. Presiono mis labios con fuerza, reteniendo con más fuerza mi suspiro.

Okey, me ilusioné otra vez.

— ¿Estás teñido? —lo oigo, pero decido ignorar sus palabras ahora.

Me llevo las manos a la cara, frotándome los párpados. ¿Había alguien detrás mío? No lo noté, seguro habla con esa persona.

— Oye.

Me debo rendir. Sigo viniendo aquí y no sé por qué. Lo único que hago es ilusionarme, trate o no trate de hacerlo. Debería solo hacer mi trabajo...

— ¡Oye!

— ¡Ah! —un gritito sale de mi garganta mientras abro mis ojos, apartando los dedos de mi cara, apartándome también de mis reminiscencias.

Y la vista me hace gritar otra vez, ahora más fuerte.

— ¡¿Ah?! —doy un paso hacia atrás, casi chocando mi espalda con el tronco del árbol.

Parpadeo unas cuantas veces, tratando de entender la situación.

¿Por qué está el chico de mechones naranjas frente a mi, fulminándome? Entrecierra sus ojos, como si me examinara.

Se cruza de brazos, me escanea de arriba a abajo, tomando cada detalle. En efecto, me está examinando.

— Tenía razón, eres alto —afirma de una vez por todas, su tono completamente serio.

— ¿Eh?

Mi pequeño momento de duda ahora le hace poner una expresión de enojo. Él chasquea la lengua, mirando hacia el cielo.

— Diablos, ¿es que no sabes hablar o qué?

Oh, Dios mío, ¡si me esta hablando a mi! Trago saliva, sacudiendo mi cabeza lentamente.

Pero es imposible. El cielo no acepta esto. No, contrario; no solo no lo acepta, no puede ni siquiera ocurrir.

Mi corazón se acelera, me tengo que calmar. Debe haber un protocolo de los ángeles para esto. ¿No? Espero que lo haya.

Okey, me calmo, me calmo... froto mis manos sudorosas, pensando en qué responder, o si responder siquiera.

Él, claramente, está más tranquilo que yo, no consciente de con quién habla. Con el mismo aire de calma, extiende su mano hacia mí.

— Tienes un lunar.

— ¿Un lunar? —alzo la mirada hacia él, curiosamente. ¿Tengo un lunar...?

Él asiente.

— Aquí.

Su mano se alza un poco más y, en el momento más inesperado, toca mi cachete con la punta de su dedo.

— Justo debajo de tu ojo. ¿Nunca te lo viste?

Niego con mi cabeza, otra vez nervioso. Mierda, esto es peor de lo que creí. Siento mis ojos abrirse como platos, el tacto de su mano siendo frío.

Me puede ver y tocar. Sentir, oler y cualquier otro sentido.

— Nunca —respondo, mi garganta se siente seca.

Por unos momentos, ambos no decimos palabra. Sus ojos no se mueven, fijados a los míos.

Cualquier idea sobre qué hacer en este momento no parece formarse en mi cabeza. Como los nervios parecen no dejarme pensar, dejo de intentar hacerlo.

— Soy Shinonome, Shinonome Akito.

— Uh —doy un paso hacia atrás, dejando de sentir su dedo—. Yo...

Doy un suspiro, rendido. Seguramente esté esperando mi nombre, tal como me dió el suyo. La pena es que yo no puedo darle mi nombre.

— Yo no sé el mío.

El pelirrojo, "Shinonome", empieza a reír, cubriéndose la boca.

— Buena manera de romper el hielo.

— ¿Eh?

— Romper el hielo —repite, en tono de obviedad—. Ya sabes, entrar en confianza.

Mis ojos vagan por allí, se mueven mientras jugueteo con mis dedos...

Y cuando lo vuelvo a ver, su expresión vuelve a cambiar. ¿Cómo tiene tantas caras?

Sus ojos se abren incluso más que los míos en sorpresa, y, al mismo tiempo, parece fruncir el ceño de la manera más sutil del mundo.

— ¿No es broma?

Un "bueno" sale de mis labios sin querer. ¿Qué hace la gente en estos momentos?

Su mandíbula cae, su boca manteniéndose abierta.

— Normalmente no te creería, creo que estás chiflado.

Shinonome empieza a caminar en círculos. No digo nada, quieto como estatua.

Espero que ya lo hayan notado, pero yo tampoco sé qué está pasando.

— No debería creerte, en efecto —él reafirma, no sé si para convencerme a mí o convencerse a sí mismo. Vuelve a dirigirse hacia mi dirección.

El cambio de atmósfera me hace dar un paso hacia atrás, él da uno hacia delante en respuesta.

Eres un fantasma, ¿cierto?

El fantasma // PJSK fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora