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La oscura noche se posa sobre la ciudad, las estrellas brillando en contraste con el cielo casi negro.

Recuerdos explotan en mi mente como fuegos artificiales, fuegos que no puedo sacar de mí.

"Según sé, nosotros, fantasmas, sólo podemos ser vistos por aquellos que debemos de guiar, jóven." —fueron las palabras del señor Jumei aquella mañana en la que le conté sobre mi problemática.

Y es cierto. El trabajo de un fantasma es tan insignificante y al mismo tiempo se siente tan especial...

Hay pocos fantasmas en el mundo. Si estoy en lo correcto, uno sólo se convierte en fantasma si hace una petición "extraordinaria" o, mejor dicho, que afecte al mundo terrenal, en el cielo.

Haciendo estas peticiones, uno debe cumplir este tipo de condenas. Ser fantasma; vivir en el mundo terrenal de manera solitaria y guiar a aquellas almas que se estancan en el momento de hacer lo que está escrito.

Aquellas almas que, por ejemplo, tienen predestinado ser grandes actores, pero tienen pánico escénico en su primera obra. Aquellos que tienen que vivir y no quieren.

Pero hay más castigos. Nadie sabe en qué situaciones se dan o por qué, sólo se sabe que se dan. Mi castigo es no tener recuerdos de mi vida antes de la muerte.

Sólo me doy cuenta de la pausa en mi avalancha de pensamientos cuando un suspiro se me escapa, y me obligo a entender ese suspiro.

A veces me pongo triste pensando en ello. Sin embargo, no hay mucho para entristecerse, soy un fantasma. Mi presencia es despreciable.

Y, si el señor Jumei tiene razón, yo debo guiar a Shinonome.

                                      • • •

Miércoles. Ya pasó una semana desde que Shinonome primero habló con aquel fantasma tan raro de pelos azules. Si, azules. ¿Quién tiene el pelo azul? Bah, se va por las ramas.

Es inútil. El fantasma no recuerda su propio nombre, ¡ni siquiera su apariencia! Y lo peor es su obsesión con sus "tareas".

Shinonome faltó jueves y viernes para pasar tiempo con este individuo. El lunes y el martes fue obligado a ir a la escuela por este mismo.

Es un dilema, claro, pero aún así, por más que lo piense y lo piense, siente una particular atracción por el fantasma.

Si Akito tuviera que hacer una lista de las cosas que odia, sería una larga:

Los idiotas del salón, su rivalidad con Shiraishi, no tener un buen compañero; sus compañeros de clase, que son unos malditos gusanos, la escuela en general —sobre todo los estudios—; su hermana; vivir en sí. Es un tedio, una molestia gigante que, sinceramente, no tiene ganas de atravesar.

Porque todos hablan de enfrentar los problemas, pero nunca explican cómo.

A veces incluso desearía no salir. Cantar todo el día no vale demasiado cuando la gente en el salón es idiota, como todos alrededor. Todos idiotas, personas que no entienden nada.

Y aún con tan pocas ganas de aguantar a alguien más de este maldito mundo, algo lo conmovió.

Sí, Shinonome no podría olvidar nunca la manera en la que vió al peliazul ayudar a aquel pianista en aquella mañana nublada.

Había corrido con ganas para seguirle el paso al fantasma quien, sin amabilidad alguna, dijo "nos vemos luego" y entró al teatro.

El pelirrojo trató de perseguirlo, hasta que el perseguido se adentró al Backstage. Al contrario de ese maldito peliazul, uno no es invisible. No puede entrar a la parte de atrás del escenario porque sí.

Por esa razón, entró con la audiencia, que estaba ya sentada y en silencio. En ese momento, logró divisar al fantasma, sentado en el piano junto al concursante.

La escena era simple; un niño que Akito calcula no era mayor que él, mirando fijamente las teclas del piano.

El niño tenía su palma ya apoyada en las teclas, inmóvil. Incapaz de moverse, solo temblaba.

"Diablos," pensó. "El chico está temblando. No tocará." Un sentimiento de compasión pasó sobre él, tratando de entender la decepción del pobre chico. El miedo.

Pero para su sorpresa, el chico sí empezó a tocar, lento y aún nervioso. Al principio sonó terrible, fuera de tiempo. Al final, fue majestuoso.

¿Cómo? A cada tecla que subía y bajaba, a cada nota que sonaba por el golpeteo dentro del piano, el chico parecía más confiado y feliz, como si no hubiese tenido miedo antes.

¿Acaso fue el fantasma? ¿Era esa su tarea, ayudar a otras personas?

El maldito fantasma solo miraba atentamente, como si orgulloso del pianista y no de sí mismo; como una madre feliz por su hijo obviando su propia ayuda.

Ni siquiera sabía qué hizo. ¿Acaso él le dijo algo al chico? ¿Lo alentó? Shinonome no podría saber el curso de los hechos.

No sabe, pero el resultado fue tan tierno que no parecería importar.

El peliazul no esperó a que terminara la canción y se fue del escenario. Akito hizo lo mismo para ir a buscarlo.

¿Esas eran las tareas que hacía todos los días?

Una mejor pregunta en realidad sería:

¿De verdad hacía algo tan genial todos los días?

Por un momento, sólo por un momento, la decepción que le tenía al mundo pareció desvanecerse. Tal vez...

¿Tal vez, algún día, él también conseguiría a alguien que lo impulse de esa manera?

Subconscientemente, decidió no separarse del fantasma. Y como cuando algo le interesa, se decidió también a descubrir la identidad de este.

Por eso le sugirió investigar al fantasma y por eso se encuentra ahora escabullido en la sala del Consejo de Estudiantes.

Arodillado y muy encorvado, pasa sus dedos por los lomos polvorientos de los libros de cursos guardados.

— Veamos... ¿ni siquiera recuerdas a qué edad moriste? Realmente me ayudaría —el ojigris puso sus ojos en blanco ante la nueva pregunta tonta del ojiverde.

— No recuerdo nada —le recordó una vez más.

"Bien" soltó Shinonome por lo bajo, deteniéndose a pensar.

— Digamos que pareces de mi edad —dijo y agarró todos los libros de primer grado, el grado al que va él.

— ¿Eso no es de este año?

El fantasma se arrodilló al lado del vivo para ver el libro que este abrió, ojeando sobre su hombro.

— Sí, es de este año.

— ¿Y por qué estaré yo ahí si es de este año?

Por un momento, Shinonome se paralizó para procesar la pregunta. Era un buen punto.

— Tengamos fé, ¿quieres? Eres un fantasma, ponte a rezar o algo.

Y sin más explicación necesaria, fue por las páginas. En folios, todas las imágenes de los alumnos de primer año estaban pegadas y acomodadas.

En efecto, esas fotos habían sido tomadas justo antes de que las clases iniciaran, solo por tradición.

Una carátula avisó que las fotos de los alumnos de 1ro "A" ya habían terminado. Empezaron a ver las fotos del "B".

Cada foto era meticulosamente examinada sin márgen de error, además de los nombres que habían escritos junto a las fotos. Shinonome no iba a dejar pasar ni un detalle.

— Llámame si encuentras algo —el peliazul murmuró mientras se levantaba. Él no quería buscar su identidad, no era tan importante.

Sólo era una manera de ayudar a Akito, de estar cerca suyo, al fin y al cabo.

Se paró propiamente y dió algunos pasos por la sala, mirando alrededor. No dijeron palabra y no parecía que la iban a dar.

De repente, los pelos de su nuca se erizaron.

Toya.

El fantasma // PJSK fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora