Cap 01°

2 0 0
                                    

En el reino de Aragón había nacido una princesa, su tez blanca, su cabello castaño y sus ojos color miel. Era muy tierna y justamente el reino vecino había sido invitado a ir al reino de Aragón a ver la princesa recién nacida.

- ¡Ay! ¡Me duele! - se quejaba algo enfadado mientras que le ponían un tipo de traje formal y elegante.

- No te quejes, sabes que hoy es un día importante. Nos invitaron a ver a la princesa - hablaba con un tono algo serio pero simplemente acomodaba por último la corbata del traje del pequeño.

- Pues entonces ve tu sola, mamá. ¿Es necesario que yo vaya también? - Preguntó el pequeño protestando un poco pero al final no podía negarse a la orden de su madre, odiaba recibir órdenes de los demás solo porque era un niño y tenía que obedecer.

- Si es necesario que vayas. Pero tampoco te quejes tanto, Matteo te está esperando ya en el barco - dijo la madre soltando una pequeña sonrisa al ver que su hijo estaba feliz ahora porque su mejor amigo iba a poder acompañarlo.

- ¿¡De verdad!? ¿Va a venir con nosotros? - preguntó el pequeño con una sonrisa al recibir una respuesta afirmativa de parte de su madre y yéndose al barco apresuradamente.

Ya en el barco no demoraron en avanzar y a través del mar llegar al reino de Aragón. Al llegar a tierra firme fueron hasta el castillo del reino y fueron unos de los primeros en ver a la princesa.

- Mm. . . ¿Y cómo se llama la princesa? - preguntó Matteo en ese momento viendo a la princesa con algo de curiosidad, pero la inocente bebita solo dio una risa y comenzó a jugar con el dedo del pequeño Matteo.

- Su nombre es Isabella. Es la princesa Isabella Rossi de Aragón - respondió Rosella, la madre del pequeño príncipe, y su hijo se le quedó mirando a la princesa junto a su amigo.

- Pues. . . Es tierna, no está mal - respondió el pequeño príncipe mirando a la princesa y dándole un pequeño colgante con un dije de oro de corazón que tenía su inicial, era un regalo por parte de él y su madre.

- ¡No seas maleducado, jovencito! - Dijo Rosella regañando a su pequeño hijo de 4 años pero simplemente no quiso gastar su voz diciéndole algo así que lo dejó pasar está vez.

- Así que este es el príncipe Lorenzo Zannier del reino de Lazzaro, que sorpresa verlos a los dos, Rosella - Dijo el rey de Aragón entrando por la puerta del gran salón - Oh, y al parecer también trajeron a alguien más con ustedes!

- Un gusto, rey Louis. Que bueno verlo ahora - dijo Lorenzo saludando al rey adecuadamente al igual de su amigo, solo porque le obligó su madre o sino no lo hubiera saludado de una manera tan formal como él odiaba.

- Nos alegra que nos hayas invitado, su hija es bastante hermosa - sonreía alegremente mientras que su mirada se dirigía hacia la recién nacida, era demasiado tierna como para no evitar verla.

- Querida Rosella, no debes ser tan modesta, sabes que siempre serán invitados a nuestro reino. ¡Y espero que nuestros hijos sean grandes amigos!

- Pero por supuesto que si, rey Louis

- ¿Y Matteo? ¿Él también va a poder acompañarnos? - dijo el pequeño príncipe refiriéndose a su mejor amigo. Matteo había sido su único amigo que conoció en el palacio, era el hijo del jardinero del reino y desde que se conocieron fueron inseparables, aparte que tenían la misma edad, así que el príncipe Lorenzo se negaba a dejar a un lado a su amigo.

- Claro que también puede venir, no te preocupes pequeño príncipe - habló el rey Louis acariciando en buen sentido el cabello del pequeño.

Luego de un rato los dos niños se pusieron a jugar en el jardín del palacio, se encontraron con un niño en el jardín que al parecer era otro príncipe de un reino vecino.

- ¿Mm? ¿Quién eres? - dijo el pelinegro demasiado curioso mirándolo

- Hola. . . Me llamo Andrew - tenía una mirada seria, como si no expresará emociones y estaba leyendo un libro debajo de un árbol.

- Creo que he escuchado de ti - pensando en ese momento el peliblanco e intentando recordar de donde era - ¿Eres del reino de Galicia?

- Si, soy el príncipe Andrew Miller de Galicia. Y ustedes son del reino de Lazzaro, cierto? - Habló el pelicastaño levantando su mirada para verlos con una expresión neutra y dejando su libro a un lado.

- Si, mi nombre es Matteo Lockwood y quien esta a mi lado es el príncipe Lorenzo Zannier - Respondió el pelinegro al escuchar la pregunta de Andrew y lo veía levantarse de donde estaba sentado para acercarse a ellos.

Los tres niños empezaron a jugar juntos por un momento, divertían mucho que el pequeño Andrew quería seguir junto a ellos dos un rato más pero al final como cada cosa que inicia termina pues Lorenzo y Matteo tenían que regresar al reino de Lazzaro. El príncipe de Galicia se despidió de los dos niños que había conocido, no les llamaba amigos ya que sabía que posiblemente ese día sería la única vez que los vería y luego todo seguiría como antes. En el reino de Lazzaro, había la hermosa vista de una puesta de Sol que claramente los dos amigos se quedaron a ver hasta que todo estuviera oscuro.

- Oye, Lorenzo. ¿Tú crees que volveremos a encontrarnos a Andrew?

- Mm. . . Bueno, no se sabe. Posiblemente si, volveremos a verlo en otro momento

- ¡Mira! El Sol casi se oculta - señalaba el pelinegro a en dirección al Sol con una sonrisa en el rostro

- Sí, es bonito el atardecer - el peliblanco sonreía junto a su amigo al ver la puesta de Sol y era muy bonito hasta que todo ya estaba oscuro, ya tenían que regresar al interior del palacio.

Un rato pasó y los niños ya habían comido algo como cena. Luego de eso ya era hora de dormir pues era ya de noche y como los adultos les decían cada noche: "Deben dormir a sus horas" o "Ya váyanse a descansar" a Lorenzo no le gustaba demasiado seguir ordenes de los adultos, pero esa vez no protesto porque tenía sueño y junto a su amigo Matteo ambos se fueron a dormir.

- Buenas noches, Matteo - Dijo el peliblanco bostezando un poco y yéndose a la cama a dormir.

- Duerme bien, Lorenzo - Respondió el pelinegro acostándose en la cama de al lado de la del ojiazul.

- Mañana será un nuevo día. Pero ahora a dormir - arropándose y su cuerpo era cubierto por las sábanas de la cama muy suave.

Ambos niños se durmieron, sin preocupaciones por ahora y bien tranquilos como cada noche que pasaba. Todos los días eran iguales, cada día, cada noche que pasaba eran las mismas pero ese día en especial era diferente. . . No sabían que cosa era pero no les dieron demasiada importancia, de todas maneras para ellos todo seguirá igual.


Una Rosa Delicata Tra Le Spine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora