Prologo

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Su nombre era Edward. Su historia empieza como la de cualquier otra persona. No tuvo padres, pero logró salir adelante con un buen salario. Era director de una prestigiosa empresa de ventas y tenía un buen ingreso. Estaba más feliz que nunca, ya que faltaba un día para casarse con la mujer más hermosa que había conocido en su vida. Sinceramente, quería compartir toda su vida con ella.

Debía admitir que, antes de conocer a su actual pareja, había sido una completa mierda. Era parte de una organización de mercenarios o asesinos; eran lo mismo, ya que cumplían cualquier tipo de encargo. Había sido el mejor en su trabajo; la muerte era algo cotidiano en su vida.

Iba a la universidad y, por la noche, era su festín. Había hecho cosas de las que se arrepentía y había tenido noches en las que no podía dormir por las cosas que había visto y hecho.

Pero todo cambió; fue como la luz que hacía falta en su oscuridad.

Esa hermosa mujer, con unas curvas de ensueño y su piel tan blanca como la seda, tenía unos hermosos ojos de color verde jade. Cada vez que los miraba, se sentía afortunado de poder contemplarlos tan fijamente.

Su nombre era Elizabeth. Se conocieron en la universidad hace cinco años. Su encuentro fue tan casual pero tan vivido, tan real; su carisma, su bella sonrisa y su risa habían hecho que pudiera dormir sin pesadillas.

Su carácter fuerte y vivaz fue lo que lo cautivó: una mujer tan fuerte que logró apaciguar toda la ira y todos los sentimientos negativos que había tenido contra todo el mundo, incluso contra sí mismo.

Se sentía tan afortunado. Se conocieron por simple casualidad; aunque él no le agradaba leer, un día se despertó con ganas de cambiar de rumbo.

Un subordinado suyo le había recomendado un libro y, como no tenía nada más que hacer por el día ya que su trabajo estaba hecho, decidió darle una oportunidad.

Fue a la biblioteca y, como una cebra en medio de una jauría de leones, no sabía cómo ubicarse; estaba tan perdido buscando el libro que le habían recomendado.

Hasta que apareció ella. No sabe si fue por lástima o por verlo tan perdido buscando durante tanto tiempo.

Decidió ayudarlo. Su rostro tan hermoso, con los pequeños rayos de sol entrando por la ventana y alumbrando su linda sonrisa, lo cautivaron.

Así fue el comienzo de una bella historia de amor. Pero como todo tiene un comienzo, siempre tiene un final.

Tenían planes de formar una familia y que ella fuera ama de casa mientras él mantenía todo económicamente.

Estaban a punto de casarse, pero no todo es felicidad y rosas; especialmente para él. Un día antes de la boda, alguien le envió un video desde un número desconocido.

Cuando abrió el video con curiosidad, su rostro cambió rápidamente a uno de asco y furia al ver a su prometida siendo humillada por alguien desconocido. Era realmente asqueroso ver a la mujer que amaba en esa situación; como si fuera una cualquiera.

Le pareció extraño; hace poco celebraron sus respectivas despedidas de solteros.

La sentía cada vez más fría; su temperamento vivaz y fuerte estaba apagado. Le parecía raro que una mujer como ella estuviera deprimida.

Siempre había sido tan alegre y fuerte, pero ahora entendía todo esto.

Podía sentir un nudo fuerte en el estómago; su cuerpo temblaba, no sabía si por ira o tristeza al ver a la mujer que amaba en esa situación.

Esperó unos días para ver cómo se desarrollaba todo, pero nada había cambiado. Tenía la vaga esperanza de que Elizabeth le confesara todo; aunque no podría perdonarla ni seguir adelante como si nada hubiera pasado.

Bastardo afortunadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora