CAPÍTULO 3

3 0 0
                                    

Me despierto en la cama del chico de ayer, el cual no supe cómo se llamaba hasta que nos acostamos.

Fede esta casi totalmente encima mío, dormido e inmovilizándome. Su pierna esta entre las mías y su mano está en mi espalda.

Me dijo que su familia era italiana, ese era el acento europeo, no el francés canadiense. Intento salir de debajo de su cuerpo siendo casi imposible. En cuanto consigo salir de debajo de su pesada pierna, él se despierta.
Se da la vuelta dejando a la vista todo su cuerpo sin ningún escrúpulo. Lo miro de arriba abajo y él me sonríe coqueto.

— Voy a usar tu baño antes de que nos volvamos a enredar, espero que tengas agua caliente. — digo y él me sonríe mirándome mientras me siento en la cama.

— Hay toallas en el segundo cajón, pero podemos dejarlo para más tarde si quieres. — dice alargando su brazo hasta tocar mi cintura.

Sonrío y me levanto. Voy desnuda hasta su baño notando su mirada. En cuanto cierro la puerta me miro en el espejo y suspiro.

Dios mío, antes de él solo había estado con mi expareja y ahora me doy cuenta de que lo que yo pensaba que era sexo era una mierda. Tengo algunas marcas en pecho y en el cuello, dios mio acabo de descubrir lo que es el sexo de verdad. Recuerdo sus manos en mi cuello robándome la respiración, en mi cintura y en mi pelo. Este chico sabe.

Cojo enjuague bucal que veo que hay en la encimera y unas toallas del segundo cajón. Me meto en la ducha y en cuanto estoy a punto de salir oigo como se abre la puerta del baño.

— ¿Puedo? — pregunta con una sonrisa en la cara, camina hasta abrir un poco el cristal.

Yo le sonrío y antes de que pueda responder lo tengo pegado a mi espalda, notando que ya está completamente despierto.

— Oh dios Fede. — digo y él me gira sonriendo, me besa bruscamente, pone una de sus manos en mi cuello haciendo que yo gima y me lleva hasta la pared, sonríe y se agacha de rodillas al suelo, bajando sus manos por mi cuerpo.

***

Salimos de la ducha esta vez los dos enjuagados y empapados. Fede tira el preservativo en la basura mientras coge mi toalla y me enrolla con ella.

Le sonrío y él coge otra y se la ata a la cintura.
Abro la puerta del baño dejando entrar aire fresco, voy a su habitación a por mi ropa.

— Antes de cambiarte desayuna algo. — dice cogiéndome de la cintura y cambiando el rumbo de mi cuerpo.

— Puedo desayunar en mi casa, tranquilo. — digo y él niega.

— ¿Después de todo lo de anoche y lo de ahora? — pregunta y niega empujándome por la cintura hasta su cocina, la cual está muy bien recogida y limpia. — No, desayunas y entonces te vas.

Yo sonrío y lo miro. Me sienta en la encimera y ajustándose la toalla abre la nevera.

— ¿Qué quieres para beber? Café, zumo, leche. — pregunta mientras se coloca contra la nevera abierta, dejando ver sus músculos contraerse y un tatuaje que no había visto. —Abby. — me llama sonriendo.

— Perdón. — digo poniéndome colorada. — Zumo está bien.

Se acerca a mi sonriendo con un vaso de zumo. Pone sus manos calientes en mis piernas desnudas y las aprieta.

Enciende la tostadora y vuelve a mí, poniéndose entre mis piernas.

En la encimera quedo a su altura así que ahora para él es mucho más fácil acercarme al borde de la encimera y pegarme a él para besarnos. Muevo mis manos hasta su toalla para dejarla caer. Él se ríe y toma mi mano.

— No vas a aguantar otra ronda sin comer, come. — dice y justo en el momento saltan las tostadas.

Desayunamos y mi teléfono suena.

Es mi madre, por lo que decido que se ha acabado el sexo por hoy.

Desayuno rápido y le explico con gestos que tengo que irme. Mi madre está esperando en el portal de casa y Grace debe estar o con Thomas o dormida.

Pongo el altavoz mientras me cambio.

Antes de irme me acerco a Fede que está esperándome mientras se come una tostada. Le hago señas de que me voy, pero niega rápido.

— ¿Me das tu teléfono? Bueno si quieres claro, aunque...

Me silencio en la llamada. Lo interrumpo y le doy un pico. Apunto el teléfono en una libreta que tiene en la nevera.

— Escríbeme. — le digo y vuelvo a ponerme el teléfono en la oreja. Me da un golpe en el culo antes de salir.

— Te llevo a casa déjame ponerme pantalones. — susurra y yo niego. — No vas a ir sola a tu casa, hay un chofer, habla con el conserje y te llevará. — yo asiento y salgo de su apartamento.

Obviamente me iré caminando, puedo ir sola a casa, aprecio su preocupación, pero soy mayorcita.

Abby en New YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora