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— ¡Ahhhh! — Ese ha sido el mayor grito de toda mi vida. Corro en la dirección por la que vine sin parar. Solo quiero llegar a mi casa lo antes posible antes de que eso o ese me alcance, no sé si describirlo como una persona o como un monstruo, pero eso no importa. Lo que realmente importa es que se me pisa los talones. Está cerca, lo noto y también escucho sus movimientos a gran velocidad. 

Pero no me asusta tanto que me persiga, más bien el hecho de que no corra por detrás si no que lo percibo por los árboles, a mi lado, sobre mi cabeza. Demasiados movimientos por perseguir hasta que al final me tropiezo y caigo al suelo de boca. Me recompongo enseguida, y en lo que busco de nuevo me levanto y sigo corriendo. Aunque me he dado cuenta que ya no voy en la misma dirección, hacia casa, porque me he desorientado y he acabado corriendo a la dirección contraria. No sé por donde voy ni a que fin llegaré, pero no me detengo ni un segundo hasta que me desasga de él, o de eso.

Oigo muchos ruidos y eso solo me estresa. Me he metido por un callejón que me está llevando directa al bosque. Maldita sea...Me vendría de fábula ahora mismo que apareciera alguien que pueda ayudarme o algún coche patrulla. 

La oscuridad no puede ser mayor en este instante, en el bosque no hay farolas que iluminen. Solo el color negro adueñándose del ambiente. Literalmente estoy corriendo a ciegas, y seguramente me caeré otra vez, aunque dudo que lo note por lo cansada que estoy. Mi respiración es lo único que se escucha en la noche junto a mis pasos acelerados. Así que doy por hecho que ya nada ni nadie me persigue. Decido parar, aunque no sé donde me encuentro, tal vez esté en medio del bosque como puedo estar al borde de un barranco. En todo caso, sigo estando igual de perdida. 

Al final me siento lentamente tocando todo ello que está cerca de mi para situarme y no tener que clavarme alguna rama o algo parecido. Una vez sentada me hago un boliche con mis rodillas y lloro. Si, lloro porque no me traje el móvil, porque hay un monstruo suelto, y lo más importante: estoy sola, de noche, en medio de la nada. No me queda otra opción que esperar a que salga el sol. 

Siento movimiento, ajetreo a mi alrededor

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Siento movimiento, ajetreo a mi alrededor. Estoy con la cabeza perdida, y cuando consigo abrir los párpados veo a montón de policías a mi alrededor, incluyendo a una doctora que me mete algo en la boca. Toso y aparto la mano de la mujer que sujetaba ese incómodo palo. Esta misma, se voltea al verme despertar y llama a una de las policías, al que reconozco, es el Sherif. 

Ya abro los ojos del todo y veo perfectamente lo que pasa. Estoy acostada sobre un montón de hojas en medio del bosque, literalmente. Solo que ha diferencia de anoche, estoy acompañada de policías y una doctora. Es ahora cuando entiendo lo que pasa: he estado fuera toda la noche y desaparecida, mis padres no me encontraron y llamaron a la policía, no quiero ni pensar como lo habrán pasado. Es exactamente igual a lo que vivieron con Conrad. 

— Katherine, eh, ¿estás bien? —El Sherif se acerca y me levanta sujetándome del cuello, pero me recompongo enseguida hasta levantarme media desequilibrada. 

Ángelus, el despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora