Una lúgubre noche de invierno manchada por la sangre. Una noche iluminada por la enigmática, lejana y gélida luna llena. Una noche en la que los grillos cantan, los perros y los lobos aúllan junto al viento que fluye entre las hojas de los robles. Una noche húmeda por la lluvia reciente. Una noche preciosa para algunos. La luz de la luna muestra un camino embarrado, rodeado por una extensa arboleda. Una noche de sangre en un bosque común, más en el centro se halla un atisbo de miedo y locura.
Al final del camino, un gran árbol, mayor que el resto, descansa plácidamente. Un árbol antes mártir del bosque, ahora corrompido, pues a sus pies hay un infante.
Un niño cuyo rostro refleja sombras. Un niño escupiendo sangre bajando por sus labios. Un niño empalado, despreciado, destruido, asolado...
El lugar apesta a sangre, pues esta abunda, sangre del chico, manchando las raíces que sobresalen por la tierra, haciendo de este árbol uno carmesí que ansía más rojo. El niño apoya su espalda al tronco del árbol y se queda ahí, descansando, con una mirada fría, sin alma.Un niño sin nombre, sin nada que perder, sin motivación, sin recuerdos de ayer, sin un corazón, sin ninguna virtud, sin pizca de amor, sin pizca de luz.
Su alma oscura ha perdido la esperanza.
La soledad le abruma. Le abrumaba. Ya no. Ahora solo quiere descansar.
Su aliento es débil como una rama seca. Heridas graves por su cuerpo, sangre a borbotones... Pero sigue con vida porque la muerte busca voluntad. Un alma sin voluntad ya está muerta.El niño mira hacia lo alto. Ya no hay un árbol carmesí, ahora hay varios. La muerte de su alma se ha extendido. Ahora todo el bosque es rojo. Ahora todo el bosque es dolor, sufrimiento... Ahora todo el bosque es muerte. Y el seguirá vivo para verlo. La destrucción. La ira del bosque. Su propia ira. Su propia decadencia. Su desesperación.
Un demonio se acerca. Un hombre alto. El camino de tierra se ennegrece a su paso. Se acerca al árbol donde está el chico para, arrodillarse y acercarle la mano al rostro. El demonio, con el corazón podrido, le habla.
- Demonio: ¿A qué viene todo esto?
El niño calla, su mirada no se aleja del suelo. El vacío de sus ojos no puede contemplar más allá.
- Demonio: Levanta, chico. A partir de hoy vienes conmigo.
El niño calla de nuevo. No acepta. No rechaza. Pasivo ante el peligro el crío sigue vacío.
- Demonio: Eres raro.
Al demonio no le importaba lo que sufría el niño. Solo quería que se levantase y que le siguiera. Nada más.
- Demonio: Sígueme.
El niño hizo un quejido de dolor. Por primera vez expresó el dolor que le infligían las heridas.
- Demonio: No me importa. Guárdalo.
Se acabó. El niño volvió a su mirada inexpresiva. La alegría no podía ocupar su inservible tiempo. El bosque carmesí se desvanecía en una hostil ceniza malvada. Todos los árboles, plantas, y cadáveres de animales provocados por la destrucción de la sangre se concurrieron en ceniza. Todos los restos fueron hacia el niño, y entraron en el hueco donde debía estar su corazón, ahora lleno con un corazón de ceniza, creado por la tragedia. El resto de la ceniza se esparció por lo que antes era un fértil bosque, creando la capital de la ceniza. Todo el bosque desapareció... Menos el árbol en el que estaba el niño. El primer árbol rojo. El árbol carmesí primigenio.
El niño se levantó y caminó detrás del demonio, a partir de ahora le seguiría por siempre. Eso es lo que hace la basura como él. El crío que fue abandonado por los cielos. Sí, es el... El huérfano de los cielos.
- Gnit: ¿Estás ahí?
- Heaven: ¿Eh?
- Gnit: Te noto distraído.
- Heaven: Estaba pensando.
- Gnit: ¿En qué?
- Heaven: En el bosque carmesí.
- Gnit: ¿Todavía piensas en ese niño? Fue hace 5 años...
- Heaven: No es nada.
- Gnit: Bueno, deja de pensar en esas gilipolleces anda. Tengo trabajo para ti. Sígueme, ¿quieres?
- Heaven: Si.
Heaven, un hombre que oculta sus ojos enmascarando estos en unas increíbles sombras, seguía a Gnit, un hombre alto, rubio y de ojos azules. Lo común de su día a día. ¿Verdad?
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Consort of Chains
Ficción GeneralTodos llevamos cadenas en algún momento de nuestras vidas, pero... ¿Podrán nuestros protagonistas liberarse de las ataduras que recorren su corazón? Y más importante, apresan su alma.