4.

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El reloj marcaban las 7:40 cuando Violeta abrió con cuidado la puerta de la habitación de su amiga Denna. Sabía que Diego la estaba esperando ya en la puerta para recogerla, pero antes de irse quería despedirse de sus amigos. 

La rubia estaba durmiendo plácidamente arropada por la fina sabana blanca abrazando un peluche de tela que, según le había contado a su amiga, lo tenía desde pequeña. La pelirroja se acercó lentamente a su amiga y le dejó un besito en la cabeza antes de apartarse, aunque cuando vio a Denna abrir los ojos detuvo su trayectoria.

Denna miraba a su amiga con los ojos entrecerrados y se llevó la mano a la cara para intentar quitar el sueño de sus ojos. -Perdón por despertarte -se disculpó Violeta. -Me voy a trabajar, ¿vale? A la hora de comer nos vemos. -La pelirroja volvió a dejar un beso en la frente de su amiga que simplemente asintió y volvió a dejarse caer sobre la cama. No había salido aún de la habitación cuando Denna ya estaba dormida.

Después de cerrar la puerta con mucho cuidado, Violeta entró en la habitación de Juanjo. Sabía que el maño había estado de guardia toda la noche así que no se sorprendió al encontrárselo totalmente dormido sobre el colchón aún vestido y calzado. La pelirroja se mordió el labio intentando reprimir una risa y se acercó al muchacho para quitarle los zapatos y poder arroparle bien. -Descansa Yuanyo. -le susurró a pesar de que no podía escucharlo y le dio un beso en la cabeza también. 

Se aseguró de cerrar todo bien y de tener todas sus cosas antes de salir por la puerta del piso. Pulsó el botón del ascensor y agradeció mentalmente que se encontrara ya en su piso. No entendía como era posible que fuese a llegar tarde el primer día. Bueno, sí lo entendía, digamos que la puntualidad no estaba en su ADN, la pobre hacía lo que podía.

Vivían en el séptimo piso de un bonito edificio en Malasaña por el que, sorprendentemente, no les pedían un riñón y medio. El ascensor se paró en el tercer piso, y entró en el ascensor una señora que rondaría los 70 años. A Violeta le sorprendió que una mujer tan mayor saliera de casa tan temprano, pero eso era Madrid, no su Motril natal, ahí podía pasar cualquier cosa. 

-Buenos días, guapa. -le dijo la señora como saludo.

-Buenos días. -le contestó la motrileña con una sonrisa amable.

La mujer le devolvió la sonrisa observándola de arriba a abajo. Por un momento, Violeta miró su reflejo en el espejo del ascensor por miedo a lucir mal. Esa mañana se había decidido por un pantalón de pinza a cuadros marrón adornado por un cinturón ancho negro y de parte de arriba un body sin mangas negro y había cogido una chaqueta también negra por si tenía fresco. Se había dejado el pelo suelto con ligeras ondas y le había robado a Denna un par de pendientes muy finos con forma de estrella. En el cuello llevaba el collar a juego con los pendientes y había adornado sus manos con un par de anillos finos. 

-No te había visto nunca por aquí. -rompió el silencio la señora y Violeta la miró sonriendo. -¿Eres nueva?

-No, no, llevamos viviendo ya un par de años aquí, en el séptimo.

La sonrisa de la mujer creció. -Oh, tu eres la chica que vive con la muchacha rubia tan guapa -Violeta asintió sin perder la sonrisa. -Es una muchacha muy agradable la verdad, me ha ayudado a subir las bolsas varias veces.

El ascensor llegó a su destino y las puertas del ascensor se abrieron, Violeta dejó salir primero a la señora y después salió ella. -Bueno, corazón, ten buen día.

-Igualmente señora... -le sonrió Violeta mirando hacía la puerta del portal abierta, donde se podía ver a Diego esperándola frente el coche. 

-Llámame Isabel, corazón. -le dijo una vez que se encontraban en la calle.

La Niña | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora