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El reloj marcaba las 11:46 a.m. cuando Chiara decidió que ya era hora de entrar a trabajar. La menor de los Oliver, sin contar son su sobrino, se bajaba del coche que la había dejado en la puerta del edificio de su padre. 

Josep Oliver había heredado el imperio hotelero que su padre, Joan Oliver, había creado en los años 60. Oliver's Inn habían empezado siendo pequeños moteles de carretera hasta convertirse en los hoteles de cinco estrellas que eran ahora. Habían conseguido expandir su imperio internacionalmente y era rara la ciudad en la que no había un hotel de la compañía. Joan Oliver luchó muy duro por llevar su empresa a otro nivel pero fue realmente su hijo quien expandió la empresa.

Ahora, Josep Oliver estaba cerca de cumplir los 60 y con tres hijos y un nieto, lo único que quería el hombre era poder encontrar un sucesor digno para que la empresa familiar siguiese a flote. No es que quisiese jubilarse, ni mucho menos, pero quería emplear los años buenos que tenía en formar a sus hijos.

La idea principal era dejarle el negocio a Alex, su primogénito, pero el muchacho no parecía estar mucho por la labor aunque Josep pensaba que sería el presidente de los hoteles igualmente. Ahora mismo, el joven Alex se dedicaba a ayudar a su padre con todo el tema de la contabilidad de la empresa, o eso creía él. Jasmine, su segunda hija, era la encargada de los hoteles, la muchacha se dedicaba en cuerpo y alma en asegurarse que los hoteles tenían los mejores trabajadores y los mejores equipamientos. Incluso era la encargada principal en uno de los hoteles de la ciudad. 

Por último, estaba Chiara, la hija mejor del matrimonio Oliver. La pequeña de la casa era el mayor orgullo de su padre. Si bien se parecía fisicamente a su madre, por dentro era igualita que él. Era su mano derecha, le había enseñado todo lo que él sabía y se había convertido en una jovencita muy capaz.

Quizá esa conexión padre e hija era debida a que la chiquilla también se interesaba en los otros negocios de su padre, a diferencia de sus hermanos. Jasmine y Alex eran ajenos a todo lo que no tuviera que ver con los hoteles. Supuestamente, las cadenas hoteleras eran el único trabajo de los Oliver, pero esa no era la verdad.

El chófer cerró la puerta tras la ojiverde y esta camino con paso seguro hasta la puerta. Toda la gente se giraba para mirarla y ella sonreía orgullosa de atraer todas esas miradas. Todos eran consciente del poder que manejaba la joven con tan solo 20 años y, al igual que a su padre, nadie se atrevía a llevarle la contraría. 

-Buenos días, hermanita. -la saludó su hermana al verla entrar en el edificio. -Que bien que nos honres con tu presencia tan temprano. -dijo con sarcasmo la joven mientras se acercaba a ella con papeles en las manos. Chiara era la encargada de todo lo que tuviese que ver con las decoraciones del hotel.

La joven encontraba la moda y la decoración de interiores como una pasión y su padre no tardó en explotar su potencial pagándole la mejor universidad. Ahora, meses después de su graduación, la ojiverde estaba encargada del nuevo hotel de lujo que se estaba construyendo en una ciudad costera de Granada.

Chiara suspiró a la vez que se colocaba las gafas de sol y sonrió sarcásticamente. -Buenos días, Jas, me alegra verte tan bien. -Pasó por el lado de su hermana y caminó hasta su ascensor privado.

-Tú sabes que en menos de un mes se acaba la construcción del hotel, ¿verdad? -la siguió Jasmine de cerca haciendo que Chiara pusiera los ojos en blanco ante la pesadez de su hermana. -Y aún no te has reunido con los decoradores para empezar a preparar todo.

-Yo no necesito planificar nada. -le contestó la menor de la familia. -Yo diré lo que quiero y ya, no tengo que discutir nada con nadie. 

-Eso no es así, Keeks -le rebatió su hermana mientras el ascensor se elevaba silenciosamente. -Tienes que hablar con los decoradores.

La Niña | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora