Parte 8

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     Maduro se preocupaba cada día más por Diosdado, las veces que iba a visitarlo alcanzaba a notar como este moría de amor por aquella mujer. Había comenzado con el cartel en la calle y a espaldas de él, Diosdado siguió tomando fotografías de María. Pensaba que había perdido la cabeza.

     María llevaba tiempo sin comunicarse con Diosdado desde la última vez que estuvieron juntos, ahora el problema no se basaba en lo que podía conllevar su relación en sí, sino en la comunicación. Para sorpresa de nadie, Maduro prohibió usar WhatsApp en el país y ese era el único medio por el cual la pareja podía comunicarse sin correr el riesgo de que los descubran ya que sus números telefónicos estaban intervenidos. ¿Cómo se comunicarían los amantes? ¿Mediante señales de humo? ¿Código Morse? ¿Viajes astrales? El hecho era que Diosdado Caballo estaba perdiendo el control al no saber nada de su amada desde hace tres semanas, y contando.

     Dentro de lo que cabía ella estaba tranquila, le daba cierta calma el no tener que fingir ante el pelón aguado un cariño superficial, pero por otro lado, necesitaba información contundente para hacerlo caer. En la última conversación que tuvo con él, había descubierto que las verdaderas actas habían sido quemadas por ellos mismos, lo que más le inquietaba era que lo describió como una especie de ritual. Al mismo tiempo algo le pasaba a María Corina, desde que estuvo en el terreno baldío con él, acostada en su pecho, ha tenido ganas de volver a estar en esa misma situación. No sabía como describirlo, ¿simplemente lo consideraba un buen amigo?

     En una concentración pacífica con su pueblo a mediodía, María Corina se encontraba encima de una camioneta junto a su colega, Edmundo. Todo el mundo la admiraba y bendecía, ella dejaba besar sus manos y aceptaba algunos regalos como agradecimiento; los gritos de la gente hacia María Corina sonaban sin cesar.

     Edmundo notaba que su colega estaba extraña.

—María, ¿estás bien? ¿Necesitas algo? —dijo Edmundo a su colega y que parecía estar enferma.

     Se limitó a asentir con la cabeza y siguió atenta al público. Edmundo lo presentía, la veía pálida, somnolienta, casi tambaleándose. No quería que los demás se alertaran así que avisó a los conductores en privado sobre la situación y tomaron otra ruta para llegar a un centro de salud.


     El gordo enano estaba acomodando sus pertenencias cuando escucha algo en la televisión, entonces decide subir el volumen.

"En Las Mercedes, Caracas, ha sido tiroteado la líder de la oposición venezolana. Esta mujer se consideraba una de las más queridas de Venezuela..."

     Al oír estas palabras, voltea horrorizado hacia la televisión y sale corriendo hacia ella, mientras veía las imágenes de la presunta emboscada, lo único en lo que podía pensar era en su amada, ni siquiera sabía como estaba y cual era su estado en ese momento. Diosdado trató de salir de ahí, pero su cuerpo de lo impedía; el dolor en el pecho no se hizo esperar y las punzadas en él se volvían más fuertes, trató de gritar pero su voz no salía. Entonces se desmayó en medio de la alfombra.

     Despierta en su habitación con un catéter en el brazo, le estaban suministrando suero, supuso. Escucha voces ahogadas afuera de la habitación y de repente ve entrar a María Corina, no estaba muerta. Esta se apresura a hacer un gesto con la mano indicando que no hiciera ruido, se acerca lentamente hacia él y le da un beso en la frente, al mismo tiempo nota el cartel gigante que se encontraba encima de la cabecera de la cama de Diosdado.

—¿Qué demonios es lo que hay arriba? —Dijo María disgustada, apuntando al gran cartel encima del hombre. Al no haber una respuesta de su parte, ella misma se montó en la cama y rasgó el cartel a la mitad, pronto rompiéndolo en pedacitos para dejarlo en la basura. Diosdado al ver esto sintió pesar y al mismo tiempo rogaba porque no echara un vistazo a sus cajones, pensaba que su reacción ante las decena de fotos que tenía de ella sería abismal y significaría su fin.

     La mujer luego de arrojar el cartel a la basura, se acercó nuevamente a su albóndiga preciosa y acarició su cabeza; no pronunció ni una palabra, pero en sus ojos se reflejaba un sentimiento genuino de cariño, quería quedarse y ayudarlo en lo que necesitara. Se limitó a hacer eso por un par de minutos.

—Me alegra que estés bien. —expresó María Corina.

     Diosdado se sentía querido, dichoso de tener a su amada al lado de él, cuidándolo.

—Pensé que no te vería nunca más, en la noticias vi...

—Noticias amarillistas, —lo interrumpe —si lo dices por mi ida al centro de salud, solamente fue deshidratación, estoy bien.

     María no había conseguido dormir, loca de ansiedad, ya no sabía que sentir. Se mantenía firme a la idea de que esto era por el bien de su pueblo, ¿pero luego qué?

—¿Y cómo supiste que estaba en este estado ¿Cómo entraste?

—Entré a escondidas y te aseguro que las únicas noticias buenas son las que los avalan a ustedes, todo el mundo sabe que estás así —dijo María con fastidio —y me molesta porque ya ninguno de nosotros puede confiar en los medios de comunicación, estamos yendo de mal en peor.

—Todo esto acabará, te lo prometo, mi Coronita bella.

     Ya comenzó con sus apodos raros, pensó María Corina; Colgate, Coronita, Coreanita, Cortina... Ni siquiera sabía de donde había sacado tanta creatividad, pero era algo que le gustaba de su albóndiga pelada.

¿DÓNDE ESTÁN LAS ACTAS? - María Corina x Diosdado CabelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora