—¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? EN MI PROPIA CASA DIOSDADO CABELLO.
Diosdado y María Corina voltearon a la puerta de la habitación al mismo tiempo, se sorprendieron al ver que ahí se encontraba la esposa de Diosdado.
¿Quién lo diría? Ni siquiera yo recordaba que el pelado ese tenía esposa, pero ahí se encontraba, en el marco de la puerta viendo espantada las muestras de cariño entre Diosdado Cabello y María Corina. Una mirada de odio recorrió a la pareja, primero hacia el gordo enano y luego a la mujer de al lado a quien le prestó más atención. Dudaba de lo que estaba ante sus ojos, si se trataba de una traición o exageraba las cosas. Ella vivía por y para el status social, con tal de tener dinero y una buena posición pública era feliz. Maria no sabía que hacer, no podía distinguir que impresión tenía de la situación, ¿este sería el fin de ellos dos o podrían tergiversar la información a su conveniencia?
Marleny pensó primero en lo mucho que le convendría seguir con él, hasta ese momento le había servido de palanca para llegar al nivel laboral que maneja hoy en día. No pensó en nada más, tuvo miedo de lo que sucedía si perdiera todo, quedar sola, varada y sin donde morirse.
—Cariño, que bueno que viniste. —Le dijo Diosdado a su esposa, haciendo un gesto con la mano indicando que se acercara.
—¿Y esta mujer que hace aquí? Tuviste que haber estado muerta desde el segundo uno que pisaste esta casa. —Dirige su cuerpo a María. —¿Qué demonios haces aquí, María Corina? Te voy a echar es a palos y los perros que tengo en el patio.
María estaba abrumada. Sí, sabía que Diosdado tenía mujer, lo tenía claro al comenzar su relación prohibida, pero algo que tenía bastante claro era la diferencia entre saberlo y presenciarlo. Trató de hacer el sentimiento a un lado por su bien, volviéndose más fuerte cada vez que regresaba; eran celos, María Corina estaba celosa. Ella no podía estar así, no tenía aprecio ninguno hacia Diosdado.
¿Entonces por qué estaba en su habitación, cuidándolo, en primer lugar? ¿Por qué se preocupaba por él? Eran cuestiones que no podían ser tratadas en ese momento. Con un gesto de disculpa a los dos, salió corriendo del lugar y con sumo cuidado pudo salir de la morada, con el corazón en la boca y las emociones a flor de piel. Llegó a su carro y cierra la puerta, tenía tiempo para reponerse, pensar... Decidió llamar a Edmundo, aparte de colega era un buen consejero. Puso el carro en marcha y en cuestión de segundos su colega contestó.
—Tengo que verte, —dijo María Corina con la voz quebradiza —voy a pasar por donde vives para que estés pendiente y me abras la puerta. Sin más cuelga el teléfono.
Edmundo desde el otro lado de la línea quedó extrañado, tenía más que claro que a su amiga le había sucedido algo y él estaba incluso más seguro de que se trataba de la albóndiga ballena azul.
María estaba triste, sentía tanta tristaza que se tomó el tiempo de buscar una canción de despecho para hacerla desaparecer aunque las letras de aquellas canciones no estuvieran relacionadas con su situación. No entendía porqué le afectaba tanto si para ella esa relación no importaba.
Llegó a donde se encontraba su colega y este lo dejó pasar, se miraron unos instantes, interrumpiendo el contacto visual con un fuerte abrazo de parte de María Corina; era un abrazo reconfortante, casi reparador, parecido al de una madre que reconoce un error propio y consuela a su hijo confundido. Así se sentía ella, confundida.
—Ya cuéntame que te pasa, hija mía, me tienes con el Jesús en la boca.
Ambos se sentaron en el sillón y le comenzó a platicar de lo sucedido: la escapada a la habitación de Diosdado, la aparición de su esposa y los sentimientos encontrados luego del incidente.
Con Edmundo sentía que podía abrir su corazón sin sentirse mal y mucho menos juzgada.Edmundo entendía a lo que ella se refería, él en algún momento de su vida vivió lo mismo, estuvo confundido, claro está que no en las mismas circunstancias en las que María Corina se encontraba y esto le impedía dar una opinión objetiva. Por un lado necesitaba pruebas para aprisionar a esa banda de delincuentes sin importar lo que conlleva, por el otro sabía que su colega estaba desarrollando sentimientos hacia su adversario y al mismo tiempo veía como trataba de evadirlos, aunque él muy bien sabía que sería en vano ya que entre más los nigue, más fuertes se volverán.Valoraba la fuerza de voluntad que tenía su amiga. A partir de ahí solo se limitó a abrazarla y darle palabras de aliento para que se calmara.
Al mismo tiempo, el pelado se encontraba en una disputa con su esposa por el reciente encuentro con su amante.
—¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO AL TRAER A ESA LOCA AQUÍ? ¿NO TIENES SENTIDO COMÚN O TE PARIÓ UN MONO?
—Ya te dije que solo es una amiga, la conocí cuando íbamos al kinder, es como una hermanita para mí. —dijo Diosdado, limitado a levantar la cabeza por los múltiples catéteres en sus brazos.
—A mí no me vas a venir con ese cuento chino, lo mismo me has dicho de todas las mozas que has traído para acá, viejo mañoso.
Evidentemente no le iba a creer una más a Diosdado, pero una cosa era eso y otra dejarlo, debía sacarle más plata al gobierno antes de hacer eso. El pelado sacó su lado labioso, uno que solo había mostrado ante María Corina.
—Mírame a los ojos y dime si soy capaz de hacerle algo que tú no quisieras, recuerda que cualquiera puede tocar tu cuerpo, pero sólo un verdadero hombre es capaz de tocar tu alma. — Le dio la mano a su esposa que se encontraba al lado de la cama.
Al pronunciar esas palabras solo pensaba en su sonrisa Colgate, la luz de sus ojos, la dueña de su alma y sus ilusiones. Desde que llegó a su vida la creatividad salió a la luz. No explica como sucedió, no había actuado así con cualquier otra persona, le hace pensar que la única persona por la cual sienta algo parecido ya que el hecho de pensar en otra mujer después de ella le daba asco, no imagina un futuro sin ella.
Edmundo y María Corina se encontraban acostados en el mueble, habían terminado de discutir acerca de su plan y decidieron echar una siesta. María seguía despierta recapitulando lo que había pasado ese día y llegó a la conclusión de que el panzón jamás le ayudaría a combatir el régimen ya que él era el cabecilla, pero una parte dentro de ella le decía que algún día él se redimiría y los dejarían libres.
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¿DÓNDE ESTÁN LAS ACTAS? - María Corina x Diosdado Cabello
RomansaMaria Corina, una mujer dispuesta a lograr el cambio en Venezuela y finalmente derrocar el yugo en el que se encuentra su país. Diosdado Cabello, se niega a ceder el mandado cegado por su sed de riquezas y poder. ¿Logrará esta heroína redimir a Dios...