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Un romance de ensueño.
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A veces el universo resultaba demasiado pequeño, demasiado grande y demasiado entrañable. La Diosa de la Luna así lo veía cuando tuvo que reemplazar a su madre. Sin embargo, quizá el destino siempre le tenía deparado algo diferente, pues, apenas vistió de blanco. Vió un joven risueño visitar cada una de las casas con su terno del mismo color que su vestido, y una biblia de la cual profesaba el padre de esté.
La Diosa sonrió. El chico había robado su corazón. La había hechizado en cuerpo y alma. Y eso quizá era malo, pues, al ser un ser inmortal, que no ocupaba un lugar en la tierra junto con los mortales, tenía todas las posiblidades de que su amor jamás exista.
No obstante, soñar siempre despierta. Proveerle de una noche llena de estrellas y una luna resplandeciente. Resultaba lo más lindo para seguir alimentando su cariño por ese ser que, siempre le contaba cosas a la medianoche; como sus sueños, deseos y martirios por la caza de vampiros.
La reina soltó un largo suspiro. Cómo quisiera ella ayudarlo, ser esa persona que lo sepa guíar y calmar esa desperación con la que siempre le contaba sus lamentos, pero, eso no se podía. Pues, los días pasaban, los meses también lo hacían. Y el tiempo era enemigo del destino.
━━━━ Iré a la tierra. ━━━━dijo la pelinegra.
Ya que el hombre que amaba había sido víctima de esas mismas criaturas que el padre del humano cazaba, y ahora él era uno de ellos.
━━━━ Mi Diosa.
━━━━ Regresaré pronto. ━━━━avisó.
Carlisle seguramente tenía miedo. Ella había presenciado como el rubio había sido intersectado por un vampiro, y está criatura había clavado sus colmillos en el cuello del muchacho.
La reina se despidió de sus fieles seguidores, y partió hacia la vigilia con la esperanza de mitigar el dolor de su mortal, y curar sus heridas sin imaginar que aquella ida no sería de un par de días, sino de un siglo en dónde fue más que una amiga para el chico que le correspondió sus sentimientos, y siempre imaginó que la luna era hermosa, pues, siempre fue ella quien lo veía.
