— ¡No puedo creerlo! —exclamó Elyanne, cubriéndose la boca con una mano mientras sostenía la carta con la otra—. Simplemente no puedo creerlo —añadió, soltando un chillido de emoción.
Dashia contenía una sonrisa mientras tomaba las medidas de la cintura de su amiga con un centímetro. No quería distraerse para no equivocarse con las medidas, pero al mismo tiempo sentía la tentación de hablar sobre la carta que Elyanne no dejaba de mencionar.
— Él está enamorado de ti, lo sabes, ¿verdad? —le preguntó Elyanne, con los ojos brillando de ilusión y mostrando una alegría contagiosa.
— Voltéate, por favor —le indicó Dashia, concentrada en su tarea.
— Es decir, es obvio —continuó Elyanne mientras giraba, ignorando la concentración de Dashia en su trabajo—. Solo un hombre enamorado hablaría así. "Miro al cielo y pienso en ti, te encuentro en las mariposas y las estrellas..." ¡Qué romántico! —citó fascinada.
Dashia sacó un alfiler del delantal y lo clavó en la tela para marcar dónde tenía que hacer la próxima costura.
— Ahora de costado, por favor —dijo Dashia, levantando el centímetro—. Y levanta el brazo izquierdo.
Elyanne obedeció y continuó hablando.
— Lo supe desde el momento en que te vio en mi cumpleaños —dijo la rubia, con la mirada perdida en recuerdos—. Ha pasado casi un año desde entonces y siguen viéndose clandestinamente.
Dashia estiró el centímetro, haciendo caso omiso de las palabras de su amiga. Elyanne, dándose cuenta de que estaba siendo ignorada, frunció el ceño y exclamó:
— ¡Quién pudiera tener una carta del prin...!
Antes de que pudiera terminar su oración, Dashia soltó el centímetro, perdiendo la medida, y tapó la boca de su amiga con una mano.
— Pero, ¿qué te ocurre? —le preguntó Dashia, mirando a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie cerca. Por suerte, aún era temprano y no había nadie cerca; su madre estaba demasiado ocupada clasificando las nuevas telas que había esperado con tanta emoción, lejos del probador.
— Estás ignorándome —respondió Elyanne, haciendo un puchero.
— No te estoy ignorando, estoy trabajando —replicó Dashia, inclinándose para buscar el centímetro.
— Pues no soy una clienta, soy tu amiga, Dash —le recordó Elyanne con dulzura—. Es decir, sí soy una clienta porque compro tus vestidos, pero también soy tu amiga. Tú me entiendes.
Dashia sonrió ante la explicación de su amiga.
— No creo que esté enamorado de mí —contestó Dashia, volviendo a tomar las medidas.
— Un hombre que no está enamorado, no escribiría estas cosas —contestó su amiga.
— Él es un príncipe y yo soy... yo.
— ¿Qué quieres decir con "yo"? —preguntó Elyanne.
— Sabes a qué me refiero, Ely —suspiró Dashia, lanzándole una mirada significativa.
Elyanne le miró con la misma intensidad.
— Tu madre ha hecho los vestidos de la reina Myranda desde siempre, tu hermano es uno de sus guardias más leales y tu padre fue el protector asignado a dos reyes —le recordó Elyanne con orgullo—. Protegió al rey Nik antes de morir y luego al rey Neaz... No eres "solo tú". Tienes mucho valor, Dashia, y no solo por tu familia, sino por ser quién eres.
ESTÁS LEYENDO
Entre sombras y secretos
Teen Fiction¿Sabías que en un reino donde los secretos son el verdadero poder, una joven puede ser más de lo que aparenta?