Capítulo 3:

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La noche ya había caído, Dashia continuaba con sus quehaceres, inmersa en un torbellino de emociones. La noticia del castigo a la hereje había recorrido el reino, no porque era algo nuevo porque en realidad el castigo hacía los herejes ocurre desde hace cien años, sino por la cercanía entre tantos descubrimientos.

Aún no puede quitarse la mirada de aquella mujer de la cabeza.

Vera, su madre, se acercó para ver el vestido que su hija estaba cosiendo. Acarició la seda violácea que eligió la clienta y miro a su hija arqueando una ceja.

— ¿Elyanne? —preguntó su madre en un intento tonto por adivinar. Era obvio que era de la mejor amiga de su hija.

— Es para el cumpleaños del príncipe —contestó Dashia esbozando una leve sonrisa y dejando el vestido sobre su regazo, permitiendo descansar a sus dedos y prestándole atención a su madre preguntó— ¿Ha venido la reina para probarse su vestido?

Vera negó con la cabeza.

— Me llegó un recado disculpándose, pero que estaba indispuesta —respondió su madre encogiéndose de hombros, pero tan pronto como soltó eso agregó— La cena estará en unos minutos. Deja eso —ordenó dándole unas suaves palmaditas en los hombros y alejarse.

Dashia guardó sus cosas y subió las escaleras para ir con su familia. La casa de su familia se encuentra en la avenida principal, a unos pocos pazos de la plaza central para su mala suerte donde dejan todos aquellos herejes castigados por días. El primer piso de la casa es la tienda de Vera, la aclamada Boutique V&D, en segundo piso es la casa familiar donde están la cocina, la sala de estar, las habitaciones y habitaciones la criada y otro de huéspedes.

Thean, el hermano de Dashia ya estaba sentado en la mesa cuando ella llegó. El debería vivir en el castillo, de hecho, lo hacía, sin embargo, desde que su padre murió, él ha vuelto porque no quiere que su madre y su hermana estén solas por la noche. Cada día se levanta antes que el primer albor y cabalga hasta el castillo a cumplir su deber.

Vera viene al cabo de unos instantes y luego, Bet, la criada, se encarga de servir la cena. Podrían permitirse más, después de todo, su boutique es bastante exitosa, pero con Bet se arreglan bastante bien.

— ¿Día agitado? —le preguntó Thean a su hermana al ver la cara de pocos amigos que trae.

Agradecen a Bet y comienzan a comer.

— He comenzado el día de una forma muy desagradable —le dijo ella.

— Oh sí —recordó su madre— Que espectáculo el de la plaza, eh. ¿Cuántos van este mes? ¿siete?

— Diez —contestó Thean tomando una copa de vino— El rey está furioso.

— Puedo imaginarlo —dijo Vera, sorprendida— Creo que nunca se han encontrado tantos, en tan poco tiempo.

— Es una barbaridad —espetó Dashia.

— Lo sé, esperemos que se controle pronto —contestó Thean.

— Me refiero a que lo que hace el rey es una barbaridad —explico a su hermano— Castigar así a gente inocente...

Thean negó con la cabeza.

— Son personas oscuras, no son inocentes —le contestó él— Y peligrosas, sobre todo.

Es sabido que los herejes trabajan con seres oscuros, gracias a eso pueden jugar con tu mente y meterse en ella para ver tu futuro. Generalmente necesitan de tu permiso para esto último.

— La mujer de hoy ¿te parecía peligrosa? —cuestionó su hermana un poco dolida, sin poderse borrar de la cabeza aquella imagen de la cabeza— A veces no puedo creer que vivamos en un reino tan cruel.

Entre sombras y secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora