Dashia se encontraba en su habitación, organizando algunos de los pedidos que debía entregar en el día, a pesar de las insistencias de su madre, ella decidió que trabajaría de todas formas. Su mente estaba agitada; no solo había decidido ayudar a una hereje, sino que ahora tenía que lidiar con el peso de ese secreto y el temor de las posibles repercusiones.
Mientras trabajaba, su pensamiento regresaba a Celeste, escondida en el ático. La joven hereje había pasado la noche en un rincón solitario, y Dashia sentía la necesidad de charlar con ella. Después de todo, había algo en la historia de Celeste que la había conmovido profundamente.
Es eso o la curiosidad de tener a alguien tan discriminado bajo su mismo techo.
Finalmente, Dashia decidió que necesitaba hablar con Celeste de nuevo. Se dirigió al armario que conectaba con el ático.
Celeste se encontraba aún recostada en un rincón del ático, entre los retazos y telas viejas. La joven hereje parecía más tranquila que la noche anterior, pero sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y ansiedad.
Dashia miró la bandeja llena de comida que le había traído Bet, ahora vacía.
— ¿Has disfrutado la comida? —le preguntó Dashia sacándola de sus pensamientos.
Celeste se reincorpora.
— Sí, señorita Dashia. Muchas gracias.
Dashia se sienta en un viejo baúl cercano.
— ¿Sabes a donde irás al anochecer? —pregunta levantando ambas cejas.
Celeste se encogió de hombros, su mirada perdida en la distancia. Dashia sabía que irse durante el día sería extremadamente peligroso. Los guardias seguramente la reconocerían, especialmente si el hombre que denunció a su madre había dado una descripción detallada. De noche, aunque podría pasar desapercibida, los peligros como ladrones o individuos malintencionados también eran una amenaza real.
— Supongo que me dirigiré a un pueblo pequeño, lejos de la capital —respondió Celeste con voz suave—. Mi madre y yo vivíamos en una aldea costera cuando era pequeña. Ella era conocida por sus habilidades con las hierbas y la medicina. La gente solía venir a ella en busca de ayuda.
Dashia asintió, comprendiendo la lógica detrás de la decisión. En Aldermore, los herejes estaban prohibidos en todo el reino, pero en los pueblos más alejados de la capital, donde la presencia de la guardia real era escasa, era más fácil pasar desapercibido. La estricta vigilancia de la capital dificultaba mucho la vida de los que eran perseguidos.
— Nunca debimos habernos ido de ahí —agregó pensativa, aunque Dashia supuso que parecía más una reflexión personal que una respuesta hacía ella.
— ¿Y por qué vinieron a la capital? —indagó Dashia.
— Mi madre vino para curar al hijo de una mujer que fue hasta allá para suplicar su ayuda. Vinimos, ella hizo pócimas, él niño estaba muy enfermo, durante varios meses él sobrevivió gracias a sus pócimas y estaba mejorando, pero... era muy pequeño y... no pudo resistir más —explica con la mirada perdida— La madre entendió que era su momento de irse, pero el padre... él fue quién nos acusó con los guardias y dijo que mi madre lo asesinó.
Su voz se corta.
— Lamento que hayas pasado por eso —soltó Dashia, triste por escuchar esa anécdota.
Dashia recordó las historias que siempre había oído sobre los herejes. La imagen que tenía de ellos estaba llena de rumores aterradores: maldiciones, el control sobre la mente y la capacidad de manipular la suerte de las personas para chantajearlas. La imagen de Celeste, tan humana y vulnerable, contrastaba drásticamente con esas historias.
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Entre sombras y secretos
Teen Fiction¿Sabías que en un reino donde los secretos son el verdadero poder, una joven puede ser más de lo que aparenta?