Capítulo 4:

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— Dashia, psss, Dashia.

La voz parecía venir de un sueño distante. Dashia la ignoró, pensando que formaba parte de sus sueños.

— Dashia, despierta.

La voz, más urgente ahora, la hizo fruncir el ceño.

— Dashia, por favor.

Finalmente, abrió los ojos y se encontró con la figura de Bet, que sostenía una vela y parecía aterrorizada. La visión la sobresaltó, despertándola completamente.

— ¿Qué sucede, Bet? —preguntó Dashia, incorporándose de un salto.

— Necesito que me ayudes —susurró Bet con desesperación.

Dashia asiente con la cabeza rápidamente y se levanta para seguir a Bet que sale con rapidez, pero procurando no hacer ningún sonido y no despertar a nadie más.

La luz tenue de la vela les guiaba a través de la casa silenciosa.

Bet condujo a Dashia hasta la salida trasera, donde normalmente se reciben las frutas y verduras de la granja local. Allí, una figura encapuchada las esperaba. Al verlas, la figura se descubrió, revelando a una joven de rizos castaños y expresión preocupada, casi tan angustiada como la de Bet.

— ¿Quién es? —preguntó Dashia, desconcertada.

Bet dudó un momento antes de hablar, visiblemente incómoda.

— Soy Celeste —se presentó la joven, dando un paso adelante. Su rostro estaba marcado por pecas y suciedad, y su ropa indicaba una posición humilde—. Amiga de Bet, señorita.

— Dashia —respondió ella, aún confundida y mirando a Bet, que parecía estar luchando con sus nervios—. ¿Qué está pasando, Bet?

Finalmente, Bet tomó aire y se armó de valor.

— Me siento mal por pedirte esto, Dashia, pero mi amiga necesita refugio. Pronto amanecerá y nadie debe verla. Necesito que se quede aquí hasta el anochecer, te prometo que luego se irá.

Dashia estaba perpleja, sin saber cómo reaccionar.

— ¿Por qué necesita refugio? ¿Está siendo perseguida? —preguntó Dashia, mirando preocupada a Celeste—. Déjame despertar a mi hermano, él es guardia real...

— ¡No! —exclamaron ambas mujeres en un susurro frenético.

Dashia las miró, sin comprender. Celeste y Bet intercambiaron una mirada significativa.

Finalmente, Celeste tragó en seco y se armó de valor para confesar.

— Me persiguen porque soy una hereje, señorita Dashia.

El rostro de Dashia palideció de inmediato. Sus manos cayeron pesadamente a sus lados, y sus ojos se abrieron en estado de shock. La revelación la dejó paralizada, y la comprensión de la gravedad de la situación comenzó a asentarse en su mente.

— Por favor, Dashia, te suplico que me ayudes —le ruega Bet con desesperación al notar el horror en los ojos de Dashia—. Renunciaré a mi paga durante un mes o dos si es necesario, pero necesitamos ayudarla.

Dashia la mira, estupefacta.

— No tienes que hacer eso por mí, querida amiga —dice Celeste con culpa, mirando de reojo a la señorita que la observa como si fuera un bicho raro—. Me las arreglaré. Fue un error haber hecho esto.

— Detente —murmura, aún perpleja pero con determinación—. Te ayudaremos —le asegura con una mirada más suave.

Celeste la mira con algo de desconfianza, mientras que Bet suspira aliviada.

Entre sombras y secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora