Prólogo

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El sonido del rasgado de la tela y el chasquido rítmico de las tijeras llenaban el pequeño taller de Amelia Hartley. La luz del atardecer de Valoria se filtraba por las ventanas, bañando el espacio en un suave resplandor dorado. Oliver, su hijo, jugaba cerca con unos retazos de tela. Amelia estaba concentrada en los detalles finales de un vestido que una de sus clientas le había encargado. Cada puntada, cada pliegue, era hecho con precisión. Justo cuando se disponía a cortar el último hilo, el timbre de la puerta sonó, anunciando la llegada de alguien.

Levantó la vista para ver a Alice, la consejera del rey, entrando en su taller escoltada por Lucas, el capitán de la guardia real. Alice era una clienta frecuente y querida, y Amelia la recibía siempre con una sonrisa. Sin embargo, hoy la expresión de Alice era más seria de lo habitual.

—¡Alice, Lucas! —exclamó, dejando a un lado el vestido y levantándose para hacer una pequeña reverencia—. Qué sorpresa verlos por aquí a esta hora.

—Amelia, lamento la intrusión —dijo la mujer regordeta, avanzando hacia ella—, pero tenemos una petición urgente del rey Baldwin Valorian.

Amelia sintió un nudo formarse en su estómago. —¿Del rey? —preguntó, sorprendida.

Alice asintió. —La modista real renunció. Se acerca el baile de año nuevo y necesita con urgencia una nueva que confeccione un traje para él y para sus hijos, el príncipe Ethan y la princesa Lilian, así que le hablé al rey de tus habilidades y está interesado en que seas tú quien los diseñe.

Amelia se quedó en silencio por un momento, tratando de procesar la información. —Eso es... un gran honor, Alice, pero... no sé si estoy preparada para algo así. Mi taller es pequeño y tengo muchos compromisos con mis clientas actuales. Y Oliver... no sé si podría manejar todo esto y seguir cuidando de él.

Alice le puso una mano en el brazo, con una expresión amable y comprensiva—. Entiendo tus preocupaciones, Amelia. Pero piensa en las oportunidades que esto podría brindarte a ti y a tu hijo. El rey te ofrece trabajar en el palacio, vivir en la mansión de los empleados y garantizar una buena educación para Oliver. Además, tendrías todo el apoyo y los recursos necesarios para cumplir con tus encargos.

Amelia miró a su hijo, que la observaba con curiosidad. La oferta era tentadora, pero también intimidante. —Es una decisión muy grande, Alice. Necesito tiempo para pensarlo.

Lucas, que había permanecido en silencio, dio un paso adelante—. El rey necesita una respuesta pronto, Amelia. Sabemos que es una decisión difícil, pero creemos que eres la mejor opción.

Amelia respiró hondo, sintiendo el peso de la decisión sobre sus hombros. Sabía que aceptar la oferta traería grandes beneficios. Después de unos momentos de reflexión, asintió lentamente—. Está bien —dijo finalmente— acepto la oferta.

Alice sonrió, visiblemente aliviada. —Gracias, Amelia. No te arrepentirás de esta decisión.

—Pero ¿cuándo debo presentarme ante el rey?

—Mañana mismo —respondió Alice. Pudo notar cómo Amelia tragó saliva—. Pero no te preocupes, dejaré todo preparado para recibirte.

Mientras Alice y Lucas se retiraban, Amelia sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Era una propuesta tanto interesante como inesperada. Significaría dejar el que ha sido su hogar por tantos años. El hogar en el que vivió con su difunto esposo, en donde éste pasó sus últimos momentos, también donde nació y vio crecer a Oliver, el fruto de ese amor. 


A la mañana siguiente, Amelia se levantó antes del amanecer, el nerviosismo y la emoción le impidieron dormir más. Se miró en el espejo, recordando el apodo que algunos en el pueblo le habían dado, "la viuda sensual". Aunque no siempre le gustaba cómo sonaba, sabía que su apariencia jugaba a su favor.

Bajo El Manto RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora