Capítulo 7

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Eliza, con una concentración aparente, cortaba las uñas de la reina Amelia en la privacidad de su habitación, la cual estaba llena de una calma tensa, el único sonido era el chasquido rítmico de las tijeras de manicura.

—Entonces ¿Ethan está cortejando a Sabrina? —preguntó Amelia, con sorpresa.

—Así parece, majestad —respondió sonriente, concentrada en su labor—. El príncipe la ha consentido mucho estos días, le da regalos y salen juntos a pasear.

—Qué bien —Amelia desvió la mirada hacia la ventana, solo podía pensar en cómo debía estar sintiéndose Oliver. 

—¿Sucede algo, majestad?

La reina negó con la cabeza—. El baile de primavera fue un éxito, así que, como sabes, estuve organizando un nuevo baile por días, quiero que sea igual o más exitoso que el anterior.

—Lo será, la idea de hacer un baile de antifaces es llamativa, estoy segura de que todos asistirán mañana.

—Gracias, Eliza —sonrió, mientras la dama seguía cortando sus uñas—. Volviendo al tema de nuestros hijos, estoy feliz por ellos, pero... ¿tu hija le corresponde?

—Claro que le corresponde, señora —afirmó con seguridad—, no podría ser de otra manera. Solo falta que el príncipe pida su mano oficialmente.

—Bien.

La mujer de ojos verdes miró a Amelia, quien volvió a parecer pensativa, viendo por la ventana. Deslizó la hoja de la tijera un poco más cerca de la piel de lo necesario. De repente, con un movimiento intencional pero sutil, presionó la tijera ligeramente hacia un costado, provocando un corte en el dedo de Amelia. La reina gritó de dolor y una gota de sangre brotó rápidamente.

—¡Majestad, le ruego me perdone! —retrocedió, fingiendo sorpresa mientras veía la sangre.

—No te preocupes, fue un accidente —adolorida, presionando su dedo para controlar el sangrado—. Por favor, ve por un vendaje.

—Vuelvo en seguida, mi reina —se levantó y salió de la habitación, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.


Los días pasaban de forma lenta para Oliver. No había hablado con Ethan desde la última vez, tampoco con Lilian ni Sabrina. Por años habían sido inseparables, pero todo eso ahora parecía lejano. Solo escuchaba lo que se decía en los pasillos del palacio, la posible unión entre Ethan y Sabrina era algo que cada vez se comentaba más. Él mismo los veía juntos, yendo a montar o saliendo a dar una vuelta por el reino.

 «Me duele, pero fue mi decisión hacerme a un lado», pensó. 

Se encontraba refugiándose en el campo de entrenamiento, practicando su tiro con arco. Comenzaba a desesperarse por fallarlos todos, y en el momento en el que haría el último intento, una flecha le pasó al lado y dio justo en el blanco.

Volvió la mirada hacia atrás para buscar el origen de aquella flecha y sus ojos se encontraron con unos ojos color miel. Se trataba de una joven de cabello rojizo que lo miraba como si se burlara de él, mientras sostenía el arco con el que había realizado el tiro ganador—. ¿Estás desconcentrado o siempre eres así de malo?

—¿Quién eres? —preguntó, confundido.

—¿No me recuerdas, Oliver? —el príncipe frunció el ceño al descubrir que sabía su nombre. La joven rodó los ojos, dejó el arco en el piso y se acercó—. Soy Genevieve, ¿me recuerdas ahora?

—¿Genevieve? —preguntó sorprendido. La joven pelirroja asintió—. Es imposible.

La última vez que vio a Genevieve fue la primera vez que la conoció, en la boda de su madre con Baldwin. Su padre, Edward, es el duque de Everwyn y primo de Baldwin. En ese entonces, Genevieve era una niña a la que le faltaban varios dientes y, además, ese día tenía puesto un vestido color mostaza que no se veía nada bien. 

Bajo El Manto RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora