Capítulo 9

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—¡Lo maldigo! ¡Maldigo a Arthur de Astoria! —gritó Eliza, tomando un jarrón de flores con sus manos y dejándolo caer al suelo, provocando que se rompiera.

—¡Eliza, cálmate! —exclamó Lucas, sujetando sus hombros—. ¿Dónde oíste tal cosa?

—No se habla de otra cosa en el palacio, el rey Baldwin casará al príncipe con la princesa de Astoria —respondió con una mezcla de rabia y decepción.

—Eso quiere decir que...

—¡Que mis planes se fueron a la mierda! —gritó—. Desde el nacimiento de Sabrina, soñé con verla siendo coronada como reina de Valoria, ahora será una extrajera, otra vez.

—No es el fin del mundo, Eliza, el príncipe solo la cortejaba, nuestra hija aún puede casarse con alguien más.

La mujer recogió del suelo uno de los pedazos de vidrio y apuntó a Lucas con él. El jefe de la guardia real se alejaba dando pasos hacia atrás, mientras Eliza caminaba hacia él, aun apuntándolo. Su cara estaba roja de la rabia, pero una sonrisa cínica se pintaba en su rostro—. No volverás a repetir eso, veré a Sabrina ser coronada, no me importa lo que tenga que hacer. Si tengo que matar a ese maldito de Arthur, lo haré.

Lucas abrió los ojos con sorpresa y tragó saliva, sus manos sudaban—. ¿Cómo... cómo puedes decir una cosa así?

Eliza dejó escapar una carcajada con una expresión de locura, aún conservando esa extraña sonrisa—. ¿Por qué te espantas? Ambos sabemos que no sería la primera vez.

La piel de Lucas se erizó. Sabía a lo que se refería, Eliza había hecho algo realmente malo hace años y él fue su cómplice. Aunque se arrepintió al instante, todo este tiempo lo ha callado. Sabe de lo que es capaz su esposa y eso lo llena de temor.


Sabrina sentía la fresca brisa acariciar su rostro y despeinar su cabello. Mantuvo la vista fija en el suelo, sin decir nada. No sentía nada, ¿por qué no sentía nada?. Ethan, sentado a su lado en el jardín, la miraba fijamente, esperando una reacción de su parte. 

—¿No vas a decir nada? —preguntó el príncipe, con lágrimas en sus ojos.

—No tengo nada que decir...

—Entiendo que estés enojada conmigo, pero te juro yo no quise esto —tomó sus manos, haciendo que la joven volviera la mirada hacia él—. Te amo, Sabrina, la única razón por la que no pedí tu mano fue porque me pediste tiempo, pero nada me habría hecho más feliz que casarme contigo.

—No estoy enojada, Ethan —respondió, apretando su mano—. Somos amigos y siempre lo seremos, pero ahora debes cumplir tu deber, eres el futuro rey de Valoria.

Ethan desvió la mirada—. Cuando era niño me emocionaba la idea de saber que algún día sería rey, pero al crecer empecé a darme cuenta de lo difícil que sería para mí —volvió su mirada hacia la joven—, yo no pedí esto, Sabrina. Te amo de todas las formas en que un hombre puede amar a una mujer, solo quiero estar contigo...

—Pero no es posible, tienes un deber que cumplir —interrumpió—. Tal vez no lo pediste, pero, ¿alguna vez le preguntaste a tu papá si el lo hizo? —Ethan volvió a desviar la mirada, cuestionándose las últimas palabras de Sabrina.


Llegó la noche y el gran salón del palacio brillaba con una opulencia sin igual. Las paredes estaban adornadas con tapices de colores vivos, mientras guirnaldas de flores frescas colgaban en arcos por todo el salón. Invitados vestidos con trajes espléndidos y antifaces elaborados se movían grácilmente al compás de la música.

Bajo El Manto RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora