En el taller del palacio, la modista ajustaba el cuerpo de Isabella tomando medidas precisas con una cinta métrica, mientras la joven princesa permanecía erguida mirando su reflejo en el espejo de cuerpo entero. Cerca de ellas, sentada en un elegante escritorio, estaba Amelia concentrada en dibujar un posible diseño para el vestido de boda.
El diseño que Amelia estaba creando era un sueño en encaje y seda. La falda, amplia y fluida, caería en suaves pliegues hasta el suelo y estaría adornada con pequeñas perlas. Estaría acompañado de mangas largas y un escote en forma de corazón. Emocionada, mostró su creación a Isabella, pero ésta hizo una mueca de desagrado y miró a su madre.
—No nos gusta mucho —respondió la reina Amanda con desaire. Amelia ocultó su decepción y cerró la libreta.
—¿Por qué haces esto, madre? —preguntó Isabella, dirigiéndose a Amelia. Odiaba que la llamara así, incluso sabía que a su propia madre no le agradaba eso—. Eres la reina de Valoria, tienes una modista que puede hacer ese trabajo.
Amelia tenía ganas de coserle la boca—. Bueno, antes de ser reina fui modista y diseñadora, aún disfruto hacerlo.
La princesa apartó a la modista que tomaba sus medidas con un gesto grosero—. Por lo que veo, aquí les gusta mezclarse con sus empleados, eso cambiará cuando yo sea reina —Amanda sonrió en complicidad con su hija. Amelia no respondió.
El sonido metálico de espadas chocando y los gritos de los soldados entrenando llenaban el aire. Ethan, con el torso desnudo y el sudor brillando en su piel, estaba entrenando con pesas mientras Oliver, en un sencillo atuendo de combate, practicaba una serie de movimientos con su espada.
De repente, una figura femenina apareció en el borde del campo. Genevieve, con una sonrisa traviesa, se acercó. Llevaba un vestido de montar ajustado que resaltaba su figura atlética y su rojizo cabello estaba recogido en una trenza que caía sobre su hombro.
—¡Ethan! ¡Oliver! —llamó Genevieve, atrayendo la atención de ambos—. ¿Interrumpo algo?
Ethan dejó las pesas a un lado y se limpió el sudor de la frente con una toalla—. Genevieve, ¿qué te trae por aquí?
—Mi padre necesitaba hablar con mi tío —respondió ella, acercándose más—. Así que decidí venir a ver cómo están mis caballeros favoritos —su tono era juguetón y sus ojos brillaban con malicia.
Oliver sonrió y se inclinó en un saludo—. Siempre es un placer verte —dijo cortésmente.
La duquesa observó el campo de entrenamiento con interés, sus ojos pasaron de las pesas a las espadas—. Parece que están trabajando duro, ¿les apetece un pequeño desafío? —propuso, levantando una ceja—. Yo contra ustedes dos, un combate amistoso, ¿qué dicen?
Ethan rió y miró a Oliver, quien parecía igualmente entretenido por la idea—. ¿Tú sola contra nosotros dos? —preguntó Ethan, incrédulo—. ¿Estás segura de que quieres hacerlo?
Genevieve sonrió con confianza—. Oh, estoy segura. ¿O acaso tienen miedo de ser vencidos por una dama?
La provocación fue suficiente para que ambos príncipes aceptaran el desafío. Tomaron sus espadas y se posicionaron en el campo de entrenamiento, mientras Genevieve sacaba una espada ligera y se preparaba para el combate.
Ethan fue el primero en atacar. Avanzó con rapidez, pero Genevieve se movió con una gracia y agilidad sorprendentes. Con un giro, esquivó su golpe y lo derribó casi de inmediato, haciendo que Ethan cayera al suelo con un sonido sordo.
—Vaya, eso fue rápido —dijo Oliver, intentando no reírse mientras ayudaba a Ethan a levantarse.
Genevieve se volvió hacia Oliver, con una mirada llena de desafío—. ¿Y tú, Oliver? ¿tienes miedo de lastimarme? —lo provocó, levantando su espada en posición de ataque.
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Bajo El Manto Real
RomansaCuando Amelia, una modista, se casa con Baldwin, el rey de Valoria, desatará una serie de acontecimientos en la vida de sus hijos. Oliver, hijo de Amelia, es criado en compañía de los gemelos, el príncipe Ethan y la princesa Lilian. Al crecer, descu...