Capítulo 6

50 6 24
                                    

Eliza, cubierta con un abrigo que le cubría la cabeza y el vestido, abrió bruscamente la puerta de la habitación del burdel. La fuerza con la que lo hizo resonó en el pasillo, atrayendo miradas curiosas. Al entrar, su mirada se clavó en la cama donde Jasper yacía dormido junto a una joven. Ella sabía que encontraría a su hijo allí.

Sin perder tiempo, avanzó hacia la cama, ignorando el hedor a licor y tabaco que impregnaba la habitación. Su mirada despectiva se posó en la joven, quien despertó sobresaltada, apenas cubriendo su cuerpo desnudo con las sábanas.

Con un movimiento brusco, Eliza tomó el traje de la joven del piso de la habitación y se lo lanzó, la tela voló hasta aterrizar sobre la cama—. ¡Largo de aquí! —gritó. La joven, aterrada, se apresuró a cubrirse por encima y salió corriendo de la habitación, avergonzada, dejando a Jasper y a Eliza solos.

Jasper, aún aturdido por el sueño, se revolvió en la cama tratando de cubrirse con las sábanas. La atmósfera estaba cargada de desaprobación y silencio, hasta que el joven soldado decidió romperlo—. Mamá, yo... —alcanzó a decir, antes de ser interrumpido por una bofetada que resonó en toda la habitación. Jasper miró a su madre, acariciando su mejilla. Estuvo a punto de preguntar el por qué del golpe, pero optó por bajar la cabeza, en silencio. 

—¡Eres una vergüenza para mí! —le gritó, furiosa—. He esperado esta noche por años y lo echaste a perder.

—No sé qué quieres de mí —susurró, rendido.

—Lo que quiero de ti y de la estúpida de tu hermana es que me den el lugar que merezco dentro de la familia real —dijo con desesperación en su voz—. Necesito ver a Sabrina convertida en reina de Valoria, y a ti, como príncipe, no como un inútil guardia igual que tu padre. 

—Mamá, Lilian volvió a rechazarme, dijo que sólo me ve como un amigo.

—Ese es tu problema —la mujer apretó los dientes y sujetó fuertemente sus hombros—, en esta vida hay que hacer todo lo necesario para conseguir lo que se quiere, no importa qué y a quién.

—¿Qué quieres decir con "no importa qué y a quién"? —preguntó, asustado por el tono de su madre.

La mujer desvió la mirada—. Eso no importa ahora. Lo que importa es que necesito que pongas de tu parte para lograr lo que tanto queremos, mi niño —dijo, cambiando su tono a uno más cariñoso y tomando las manos de Jasper—. Vístete y vámonos, inventaré una excusa por tu ausencia en el baile, pero necesito que a partir de mañana empieces a comportarte como el hombre que eres. 

El joven asintió, recibiendo un beso de su madre en la misma mejilla que, unos instantes atrás, golpeó. Desde niño ha vivido por y para complacer a su madre, los deseos de ella son los suyos, todo lo que dice es lo correcto, no le gustaba molestarla. 


El sol de la mañana iluminaba el comedor del palacio, bañando la suntuosa mesa con su luz dorada. La mesa estaba elegantemente preparada con un mantel de lino blanco, platos de porcelana fina y cubiertos de plata. Estaba llena de una variedad de alimentos: frutas frescas, embutidos, quesos y una selección de panes.

En la cabecera de la mesa, el puesto de Baldwin permanecía vacío. A la izquierda, Amelia estaba sentada con una expresión tranquila, mientras que a la derecha, Ethan y Lilian permanecían en silencio y con la mirada perdida, mientras Abigail mordía sus uñas. 

Lilian bebió un sorbo de agua, mientras masajeaba su sien y apretaba los ojos. Ethan ladeó la cabeza y resopló al notar estos gestos—. Te advertí que no bebieras de esa manera. 

—Déjame en paz —respondió, malhumorada—. Tu también tienes resaca, aunque trates de ocultarlo. 

—Yo soy hombre. 

Bajo El Manto RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora