El Precio de la Redención capítulo 3 (reescrito)

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La castaña no podía entender cómo una espada de un color tan único como el celeste no había dejado rastro en la historia de los cazadores. Algo tan especial debía tener un significado, alguna razón de ser. Desesperada por respuestas, decidió que la biblioteca de su abuela sería su mejor oportunidad para encontrar lo que buscaba.

Antes de que el sol asomara, se levantó de su futón y, con pasos sigilosos, se dirigió hacia la biblioteca. Rebuscó entre los estantes más viejos, su corazón latiendo con fuerza. Pasó la noche entera revisando libro tras libro, hasta que, finalmente, con las primeras luces del amanecer, lo encontró.

En el comedor, la familia Minami se reunía para desayunar, pensando que Hana aún dormía. De repente, un grito resonó por la casa, rompiendo la tranquilidad.

¡Lo encontré! —irrumpió en el comedor, sujetando un libro con manos temblorosas.

¿Qué es ahora, mocosa? —gruñó Goro, visiblemente molesto, aunque su expresión se suavizó al ver la emoción en su rostro .

—¡Encontré un libro que habla sobre la espada celeste! —exclamó, su voz vibrando entre la emoción y el miedo, mientras abría el libro en una página marcada.

—¿Dónde lo encontraste? —preguntó Maiko, sorprendida, tomando el libro con cuidado.

—¡Léelo en voz alta! —apresuró Goro, dejando ver su creciente preocupación.

Maiko comenzó a leer, su voz temblorosa:

 "La espada celeste, portadora de un poder inmenso, ha elegido a cuatro personas en la historia. Sin embargo, este poder no viene sin un costo terrible. Cada portador ha sufrido un destino cruel. El primero, devorado por la misma oscuridad que buscaba erradicar. El segundo, consumido por un odio que le llevó a la locura y a la muerte. El tercero, traicionado por aquellos a quienes amaba, pereció solo y olvidado. Y el cuarto, Kazuya, perdió a toda su familia en un intento desesperado por vengarse de la Luna Superior 1, antes de desaparecer sin dejar rastro."

El aire se tornó pesado en la habitación. Nadie sabía qué decir. Los ojos de la familia Minami se posaron en Hana, la joven que ahora llevaba la misma espada maldita.

Querida... —Kata susurró con una voz quebrada por la tristeza, acercándose a Hana y tomando sus manos—. Esto... esto es demasiado. No debería ser tu destino.

—Tal vez... tal vez aún hay una forma de cambiar esto —intentó decir la abuela, su voz llena de un temor que intentaba esconder tras una sonrisa frágil—. No todo está escrito.

Hana trató de sonreír, pero sus labios temblaron. Las lágrimas se agolparon en sus ojos mientras miraba a su familia.

—Si este es mi destino... entonces solo me queda aceptarlo y vivir lo que pueda... vivirlo con ustedes —dijo, su voz quebrándose. Sentía el peso de aquella espada en su alma, y el miedo a un destino que ya parecía inevitable.

Goro, que hasta entonces había mantenido su compostura, bajó la mirada, tratando de ocultar las lágrimas que amenazaban con brotar.

—No puedo soportar la idea de perderte... —susurró, más para sí mismo que para los demás—. ¿Por qué tú, Hana? ¿Por qué?

Justo en ese momento, el cuervo de Hana apareció, interrumpiendo el tenso silencio.

—¡CRAAW CRAAW! Hana, dirígete al sur, familias enteras han desaparecido. ¡CRAAW CRAAW! ¡Ve al sur!

—Yoriko... ya te oí —murmuró Hana, con un tono resignado—. Adiós, familia. Les enviaré cartas cuando pueda.

Y así, con una última mirada hacia aquellos que amaba, la joven partió. Fue la última vez que vio a su familia. Ahora, solo se comunica por cartas. Han pasado seis años, y los extraño con todo su ser. Ha querido regresar, pero las misiones la consumen. Cada vez que sostiene esta espada, siente que su peso es más que físico; es el peso de un destino cruel que la acecha.

Corazones Unidos (Giyū Tomioka) ReescribiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora