Prólogo

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Desde que era niño, mi sueño siempre fue vivir entre las olas. El océano y yo compartimos una conexión especial desde que tengo memoria.

Aún recuerdo cómo mi abuelo me llevaba allí cuando era bebé. Me encantaba recolectar conchas, algas, y cualquier cosa marina que llegara a la costa. Mi reliquia más preciada es una caracola, la más hermosa que he visto. Su color es tornasolado, con tonos que van entre el plateado y el azul. Cuando era niño, era mucho más grande que mis pequeñas manos.

En mi isla natal, el mar es lo más preciado que tenemos. Paradise es conocida por sus hermosas playas de arena blanca y aguas cristalinas. La relación con el mar no es solo mía; es un lazo tan fuerte que todos los habitantes de la isla compartimos. Por esta misma razón, el surf es el deporte más importante de este lugar. Los recuerdos de mi infancia están llenos de torneos de surf que se organizaban con frecuencia. Era lo que más amaba y le rogaba a mi abuelo que me llevara a ver cada competencia, y seguramente hacía un berrinche si se negaba.

A los ocho años, subí por primera vez a una tabla de surf. Deseaba con todas mis fuerzas entrar a la academia de surfistas de Paradise, así que ahora que tenía la edad, fue un regalo de cumpleaños de mi abuelo. Él me llevó a la costa para enseñarme a usarla, pero no fue fácil. Caí tantas veces en el primer intento que estaba convencido de que el surf no era para mí.

Mi fracaso me desanimó tanto que, al llegar a casa, me encerré a llorar en mi cuarto el resto del día y toda la noche. No sé cómo, pero mi abuelo logró sacarme de allí y me obligó a intentarlo de nuevo al día siguiente. Fui sin mucho entusiasmo, pero al llegar a la playa, nos encontramos un alboroto. Al parecer, un niño estaba en el mar, nadando con una tabla, y se había alejado demasiado de la costa. Se dirigía hacia una gran ola que parecía bastante peligrosa.

No entendía lo que pasaba, pero a medida que el niño se alejaba y observaba cómo la ola crecía la gente empezó a gritar más asustada.

— ¡Alguien! ¡Ayuden a ese niño!

— ¿¡Qué hace ahí!? ¡Se ahogará!

El niño intentó luchar contra las olas, pero eran demasiado fuertes para él, y de pronto simplemente vi como desaparecía bajo la superficie. Me quedé paralizado por unos segundos. Pero los gritos de la gente me trajeron de vuelta a la realidad. En ese momento, apareció un joven de cabello negro, que no lucía de más de 20 años. Lo reconocí al instante, lo había visto en los últimos torneos, era un prodigio. Sin pensarlo dos veces se lanzó al mar, nadando con velocidad hacía el pequeño.

Pareció una eternidad ver como ese chico luchaba contra las olas. La personas seguían gritando, pero ya no las escuchaba. Lo único que deseaba era que volvieran a salvo, a pesar de no conocerlos.

Finalmente ambos emergieron del mar nuevamente. El joven cargaba al niño en brazos, nado con toda su fuerza a la costa, donde varios de nosotros nos acercamos a ayudar rápidamente. Colocaron al niño en la arena, se veía de mi edad. Cuando observamos que seguía completamente inmóvil, mi abuelo se apresuró a arrodillarse a su lado y comenzó a darle RCP. Mi abuelo estuvo en el ejército, yo sabía que iba a lograrlo. La gente murmuraba preocupada a su alrededor, pero pronto el niño tosió, escupió agua y comenzó a respirar de nuevo. Todos los presentes suspiraron de alivio.

Aún recuperándose comenzó a abrir sus ojos. Empapado y temblando, tardó un poco para reincorporarse. En ese instante, otra niña llegó corriendo desde la playa , se arrodilló junto al niño y lo tomó de la mano.

— ¡Eren! — grito con la voz temblorosa. — ¿Estás bien? — se veía la preocupación en sus ojos.

El niño aturdido asintió con la cabeza y luego volteo a ver al muchacho que lo había salvado, pero el joven con un tono serio empezó a gritarle.

Waterdrop. | Aruani AU |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora