06

26 4 2
                                        

El grupo de plantas se encontraba en una sala cerrada, apenas iluminada por lámparas de luz cálida que proyectaban sombras suaves sobre las paredes metálicas. Era un espacio de preparación, un lugar diseñado para que los aspirantes pudieran calmarse y concentrarse antes del examen práctico, una prueba situada en un campo de batalla realista, donde la habilidad y la estrategia serían puestas a prueba.

Red observaba a su alrededor. A su alrededor, una variopinta colección de plantas se agrupaba, cada una con su propia personalidad y características únicas. Había un Bloqueoli, robusto y protector; una Flor Meteoro, con su energía vibrante; un Ruibarbaro, alegre y decidido; y una Pokra, delicada pero letal. Red sabía que Trizodu, con su entusiasmo habitual, probablemente podría enumerar y describir a cada una de ellas con detalle, pero él apenas reconocía algunos de los nombres. Todos tenían algo especial, algo que los hacía únicos, mientras que él... Él solo tenía un tallo como cualquier otra planta.

El peso de esa inseguridad crecía en su interior. Red intentó ignorarlo, enfocarse en lo que podía controlar, pero su mente seguía regresando al mismo lugar: los demás tenían habilidades impresionantes, y él no. Aunque nunca lo habían dicho directamente, siempre sentía que estaba un paso detrás.

Con las manos temblorosas, sacó el pequeño frasco con líquido lunar que su madre le había dado. Lo destapó con cuidado y bebió un pequeño sorbo, dejando que el sabor suave y fresco lo llenara de una calma inesperada. Miró el frasco por un momento, sus pensamientos viajando hacia sus padres. Sabía que ellos creían en él, incluso cuando él no lo hacía. Había algo reconfortante en esa certeza, algo que le dio la fuerza suficiente para esbozar una débil sonrisa.

Luego, cerró los ojos y respiró profundamente, recordando las enseñanzas de Sombra Verde "Si sabes cómo aprovechar tus capacidades y tienes un buen entrenamiento, puedes volverte incluso en uno de los mejores heroés"

Sus palabras se habían quedado grabadas en su mente, como una semilla esperando el momento justo para florecer. Las recordaba especialmente en los momentos más difíciles, como ahora. Apretó los puños y levantó la mirada, encontrando en sus pensamientos un pequeño destello de confianza. No importaba lo que los demás tuvieran, él estaba aquí, listo para dar lo mejor de sí. Tal vez no poseía habilidades extraordinarias, pero tenía algo que nadie podía quitarle: su deseo de mejorar.

Justo cuando Red se disponía a planear algo con Trizodu, observó a lo lejos cómo su amigo gesticulaba con entusiasmo mientras conversaba con Luvidako, quien flotaba despreocupada mientras reía con su característica alegría. El vínculo instantáneo entre ellos provocaba una mezcla de emociones en Red: una genuina felicidad por Trizodu, pero también una punzada inesperada de celos. Era un sentimiento extraño y confuso, como si algo amenazara ese espacio exclusivo que había compartido con su amigo.

"No es nada" pensó, intentando convencerse a sí mismo. Pero cuanto más lo observaba, más sentía cómo su pecho se apretaba con una ligera incomodidad. Bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con el pequeño frasco lunar que aún sostenía en una de sus hojas. "Trizodu merece ser feliz... Pero..." No terminó su pensamiento. Algo en su interior parecía debatirse entre la inseguridad y el deseo de no ser egoísta.

Fue entonces cuando, como un susurro en el viento, una pequeña figura se acercó y tomó asiento a su lado. Red, tan ensimismado en sus emociones, apenas notó la llegada de la flor de camelia hasta que esta le dirigió un amistoso saludo "¡Holaaa! ¿Listo para la prueba?" dijo la pequeña planta, con un tono tan casual y confiado que casi desarmó la tensión en Red.

my botanical academiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora