¿Tu bastardo?

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Rhaenyra era conocedora de escasas verdades de la existencia, presa del temor.

Tal vez el apego inusitado que sentía  Rhaenyra por sus descendientes la había sumido en una preocupación constante, un amor incondicional hacia todos sus hijos. Sin embargo, su relación con ella era especial, distinta a la de los Asuntos de la Corte, era su propia hija, su joya más preciada.

Daemon ya se había hecho a la mar rumbo a Pentos, dejándola sin un confidente al que revelar tal dilema. Deseaba presentar al mundo a su hija, expresarles el orgullo que sentía al por fin tener una mujer entre sus descendientes, pero las circunstancias no lo permitían. La boda de Jacaerys y Helaena estaba en marcha, hacer alboroto por este tema... Simplemente era inconcebible y ella no deseaba hacerlo aún, sonaría egoísta pero no estaba lista para ello, era su hija y legitimarla solo daría pie a posibles cobijas de cortejo hacia ella

Estaban sumidas en un dilema mental sobre si llevar a cabo dicho acto o no.

Aún contaba con tiempo para reflexionar al respecto, Alyrya percibió la distracción de Rhaenyra.

—"¿Cuándo me permitirás abandonar este lugar?"— Alyrya yacía boca abajo en su camisón de dormir, como era usual.

—"Las circunstancias son tensas allá afuera, déjame solucionarlo y podrás salir"— Rhaenyra logró engañarla diciéndole que la estaban buscando fuera.

—"Llevas días diciendo lo mismo, me aburro"— Alyrya sepultó su rostro entre las almohadas, relajándose.

—"¿Me otorgarías unos meses más, por favor?"—

—"¡¿Meses más!?"— Gritó levantándose— "¡No puedo permanecer más tiempo aquí!"—

Rhaenyra logró calmarla y le prometió complacer sus deseos, Alyrya pidió un surtido de tartas y Rhaenyra, para distraerla del asunto, accedió.

Pronto se llevaría a cabo una cacería en conmemoración de la ceremonia de compromiso, pero al mismo tiempo, legitimaría a su hija porque consideraba que lo merecía, era su progenie después de todo, su sangre.

Ese día, Rhaenyra regresó a su habitación de buen humor, la presencia de su hija la alegraba.

Sin embargo, allí estaba Alicent, aguardando sentada en la mesa con una copa de vino.

—"Rhaenyra, te he estado buscando por todo el Palacio pero no te encontraba"— Comunicó Alicent, levantándose para recibirla— "¿Dónde estabas?"—

—"No estaba consciente de que ahora debía informarte de mis movimientos y ubicación en todo momento, esposa"— Pronunció Rhaenyra, sirviéndose una copa de vino— "Pero estaba ocupada."— No dijo más, solo se sentó y se sumió en la revisión de algunos papeles

Alicent optó por no indagar más, simplemente se retiró. Si bien habían avanzado un paso, ahora parecían haber retrocedido tres.

Alicent y Rhaenyra apenas dialogaban ni compartían, sus almuerzos conjuntos habían perdido su anterior desenvoltura y Rhaenyra siempre parecía estar de prisa, terminaba de comer y desaparecía sin dejar rastro, Alicent sospechaba que la visitaba a otra dama, era la única explicación que alcanzaba su mente.

Rhaenyra la cruel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora