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El crepúsculo comenzaba a teñir el cielo de un suave color anaranjado cuando el grupo llegó a casa de Alex. La vivienda, una típica casa de pueblo con paredes de piedra y tejado de tejas rojizas, se erguía con orgullo en medio de un gran terreno que se extendía hasta un huerto al fondo. El patio trasero era el corazón de la casa, un espacio amplio y acogedor rodeado por un muro bajo de piedra cubierto de musgo, que mantenía la privacidad sin bloquear la vista de los campos que se extendían más allá.
Las guirnaldas de luces, colgadas entre los árboles y los postes de madera que delimitaban el patio, comenzaban a brillar suavemente en la penumbra, creando un ambiente cálido y festivo. El suelo, de adoquines irregulares, se mezclaba con pequeños parches de hierba y flores silvestres que crecían entre las grietas, dándole un toque rústico y natural al lugar. Una gran mesa de madera ocupaba el centro del patio, rodeada de sillas de distintos tipos, algunas de mimbre, otras de metal oxidado, que, a pesar de sus diferencias, formaban un conjunto armonioso.
Alex ya había encendido la barbacoa, y el aroma del carbón caliente comenzaba a mezclarse con el aire fresco de la tarde. Las brasas brillaban en el interior de la parrilla, preparándose para recibir las bandejas de carne y verduras que esperaban a un lado. El crepitar del fuego era un sonido reconfortante, un preludio a la noche que se avecinaba, llena de risas, comida y, posiblemente, más sorpresas.
—Bueno, chicos, ¡manos a la obra! —exclamó Alex, tomando una bandeja cargada de costillas y llevándola hacia la parrilla.
Martin, dispuesto a ayudar, se unió a él, cargando otra bandeja llena de chorizos, morcillas y pinchos de pollo.
—¿Necesitáis una mano? —preguntó Juanjo, acercándose a ellos con una sonrisa.
—Claro —respondió Alex, sin levantar la vista de la carne que comenzaba a chisporrotear sobre el fuego—. Puedes traer las cervezas que están en la nevera, ¿no?
Juanjo asintió y se dirigió hacia la pequeña nevera que estaba junto a la pared, un viejo electrodoméstico de metal blanco con las esquinas oxidadas. Al abrirla, una ráfaga de aire frío lo envolvió, una bienvenida aliviante después del calor de la parrilla. Sacó varias latas de cerveza, notando que el stock estaba bien abastecido para la noche que tenían por delante.
Regresó con las cervezas, entregándoselas a Alex y a Martin. Cuando le pasó la lata a este último, sus miradas se cruzaron una vez más.
—Gracias —dijo Martin
—De nada —respondió Juanjo, esforzándose por mantener la compostura, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.
Mientras Alex y ahora Juanjo se concentraban en la barbacoa, Martin volvió a la mesa, donde el resto del grupo ya estaba instalado. Las chicas, Chiara, Violeta, Denna y Ruslana, conversaban animadamente sobre los últimos chismes del pueblo, riendo y bromeando entre ellas. Ruslana, que parecía estar en su mejor momento, se inclinaba hacia Lucas, gesticulando enérgicamente mientras discutían sobre la mejor manera de asar la carne.
—¿Qué tal va todo por aquí? —preguntó Martin mientras se sentaba en una de las sillas, estirándose un poco para relajarse.
—Todo bien, solo estamos debatiendo sobre si es mejor asar la carne lentamente o a fuego fuerte —dijo Ruslana, con una sonrisa que delataba que no era un debate tan serio como parecía—. ¿Tú qué opinas?
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Nuevo verano
FanfictionJuanjo lleva viviendo en Madrid desde que tiene 5 años, ahora estudia arquitectura y hace teatro por las tardes, este verano planeaba irse a Menorca con todos sus amigos, pero un cambio de planes de sus padres lo obligan a pasar todo el verano en el...