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Martin, sintiendo una oleada de audacia, decidió aprovechar el momento. Dio un paso más cerca de Juanjo, y en un movimiento fluido, casi como si fuera un paso de baile, lo rodeó con un brazo, atrayéndolo hacia él.
El castaño de primeras no le había llamado mucho la atención, pero se aburría demasiado en el pueblo y vio como el al castaño si que se la había llamado.
Juanjo se sorprendió inicialmente, sus ojos se abrieron un poco más, pero la sorpresa fue rápidamente reemplazada por una sonrisa traviesa, reflejo de las copas que había bebido. No dijo nada, simplemente permitió que Martin lo acercara, sintiendo el calor de su cuerpo, el aroma a mezcla de colonia y sudor que resultaba extrañamente embriagador. Los dos se quedaron así por un segundo que pareció eternizarse, hasta que la música los empujó a moverse.
Martin, con una sonrisa pícara, no dejaba de mirarlo, disfrutando del contacto, del calor que irradiaba Juanjo y de la forma en que sus movimientos parecían sincronizarse sin esfuerzo. A medida que la canción avanzaba, sus voces se unieron al coro, cantando juntos, sus labios moviéndose tan cerca que casi se tocaban.
Los dos cantaban cada palabra como si la canción fuera solo para ellos, como si, en ese momento, todo el universo se hubiera reducido al pequeño espacio que compartían en medio de la multitud. Las risas y voces de los demás se desvanecieron, los colores se difuminaron, y lo único que importaba era la conexión que sentían el uno con el otro.
Cuando la canción llegó a su fin, el DJ dejó que las últimas notas resonaran en el aire, prolongando el momento. Martin y Juanjo seguían tan cerca que sus frentes acabaron por tocarse, sus respiraciones se mezclaban en ese pequeño espacio que quedaba entre ellos. Por un instante, Martin pensó que podría besar a Juanjo, que tal vez eso era lo que ambos querían en ese momento. El ambiente, el alcohol, la música... todo parecía empujarles a cruzar esa línea invisible.
Juanjo también lo sintió. Había algo en la mirada de Martin, una mezcla de desafío y deseo que lo atrapaba, que lo hacía querer acercarse más, romper la barrera que los separaba. Pero justo cuando Juanjo comenzó a inclinarse, el momento se rompió abruptamente.
—¡Vamos, Martin! —la voz alegre de Ruslana irrumpió en su pequeño universo, estirando de su brazo con entusiasmo
Martin se giró hacia ella, como despertando de un sueño, y le dedicó a Juanjo una mirada divertida, como si todo lo que había sucedido fuera solo parte de un juego. Con una risa que parecía liberarlo de la tensión del momento, Martin se dejó arrastrar por Ruslana hacia el centro de la pista de baile.
Mientras se alejaban, Juanjo se quedó allí, inmóvil por unos segundos, con una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar. Había estado tan cerca, había sentido algo que no experimentaba desde hacía mucho tiempo. Y ahora, mientras observaba a Martin girar con Ruslana, sonriendo y bailando como si nada hubiera pasado, no podía evitar preguntarse qué significaba todo eso.
Martin, estaba ahora inmerso en el baile con Ruslana, no podía evitar lanzar miradas furtivas hacia Juanjo. Su corazón aún latía con fuerza, y aunque sonreía, en su mente seguía girando una pregunta: ¿Qué habría pasado si Ruslana no hubiera llegado en ese momento?
Los dos amigos bailaban, y Ruslana, ajena a la tormenta interna que se desarrollaba en Martin, reía mientras giraba bajo su brazo, haciendo que la falda de su vestido volara con el movimiento. Martin intentaba concentrarse en la música, en el ritmo, en la risa contagiosa de Ruslana, pero en su mente, la imagen de Juanjo, con su mirada intensa y su proximidad electrizante, seguía acechando sus pensamientos.
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Nuevo verano
Hayran KurguJuanjo lleva viviendo en Madrid desde que tiene 5 años, ahora estudia arquitectura y hace teatro por las tardes, este verano planeaba irse a Menorca con todos sus amigos, pero un cambio de planes de sus padres lo obligan a pasar todo el verano en el...