Capitulo 2

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Pacifica estaba sentada en su escritorio, rodeada de libros de historia, con un cuaderno lleno de apuntes bien organizados frente a ella. Mientras otros podrían pensar que su vida era superficial, enfocada en la moda y las apariencias, dentro de su propia habitación, Pacifica se permitía ser algo más: una estudiante ávida y curiosa, aunque en secreto. Era un hábito que había desarrollado casi en contra de su voluntad, un refugio del papel que su familia y la sociedad esperaban que desempeñara.

Al principio, había resistido la tentación de sumergirse en el conocimiento. Había crecido con la idea de que lo único importante en su vida era la belleza; sus padres se habían encargado de recalcarlo desde que era pequeña. "No necesitas ser inteligente, solo necesitas ser hermosa", le decían. Y durante mucho tiempo, Pacifica había aceptado esa verdad. Pero conforme fue creciendo, comenzó a sentir una fascinación inesperada por la historia mundial. Para ella, el pasado era como un chisme jugoso que cruzaba los continentes y los siglos. Cada batalla, cada alianza traicionera, cada historia de amor trágico le ofrecía una distracción bienvenida de la tensión constante en su hogar. Además, aprender sobre los errores y aciertos del pasado la ayudaba a ignorar la omnipresente presión de sus padres.

Desde la pérdida de la fortuna de la familia Noroeste y su grandiosa mansión, la vida había cambiado drásticamente para todos ellos. El descenso de ser obscenamente ricos a poseer solo unos pocos millones de dólares había sido devastador para sus padres, quienes ahora eran más insoportables que nunca. Pacifica recordaba el brillo de ira en los ojos de su madre y la desesperación en el rostro de su padre cuando se dieron cuenta de que su vida de lujo se estaba desmoronando. Habían volcado toda su frustración en ella, viéndola como la última esperanza de recuperar su estatus, y la presión se había vuelto casi insoportable.

Para ellos, Pacifica no era su hija; era una inversión, una moneda de cambio que podrían usar para restaurar su riqueza. Desde muy joven, la habían obligado a participar en concursos de belleza, a perfeccionar su postura, su sonrisa, a lucir siempre impecable, antes era por far faro near ahora era todo con la intención de que algún día pudiera atraer a un hombre de la alta sociedad que los comprara, que comprara a Pacifica. El pensamiento le revolvía el estómago y la llenaba de terror. Imaginaba el día en que sus padres le dijeran que ya tenía un esposo elegido, alguien dispuesto a pagar una fortuna por ella.

Pacifica se estremeció ante la idea. Sabía que para sus padres no había nada de malo en ello; después de todo, su propio padre había "comprado" a su madre de manera similar. Pero Pacifica no podía soportar la idea de ser tratada como un simple objeto, una cara bonita para ser subastada al mejor postor. Desde que perdieron su fortuna con cada cumpleaños que pasaba, sentía cómo el reloj avanzaba hacia ese destino ineludible.

—Señorita Pacifica —la voz firme del mayordomo la sacó de sus pensamientos, haciéndola saltar ligeramente en su asiento—. Sus padres la requieren en el comedor. Y por favor, póngase un vestido formal; tenemos visitas importantes.

La realidad la golpeó con fuerza, llevándola de regreso a su triste presente. Suspiró, resignada, y con una voz controlada respondió:

—Diles que ya voy.

Lentamente, se quitó los auriculares, el eco de la música que la había acompañado mientras estudiaba todavía resonaba en su mente. Sabía que no tenía otra opción que cumplir con las expectativas de sus padres, aunque solo fuera para evitar una confrontación inmediata. Caminó hacia su armario, buscando una toalla antes de dirigirse al baño.

Mientras se desnudaba, dejando caer la ropa en el suelo, Pacifica se permitió un breve momento de vulnerabilidad. Entró a la ducha y dejó que el agua caliente corriera por su cuerpo, disfrutando de la sensación relajante que siempre le brindaba. La ducha era uno de los pocos lugares en la casa donde se sentía realmente en paz, donde podía reflexionar sin ser interrumpida. Allí, sus pensamientos solían divagar entre sus preocupaciones y sueños, aunque con frecuencia se veían oscurecidos por la realidad de su situación.

Un nuevo verano [Dipcifica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora