En la oscuridad de esa noche, los jugadores se encerraban en sus habitaciones, pequeñas y claustrofóbicas, pero suficientes para albergar su temor. La comida llegó, y con ella, la tensión. Todos se sentaron en sus camas, intentando ignorar la atmósfera opresiva, pero de repente, un joven musculoso y de pelo marrón se levantó, su rostro distorsionado por la ira.
—¡Quiero más comida! ¡Alguien déme su ración! —gritó, su voz como un látigo que azotaba la habitación. Nadie se inmutó, sumido en su propia desesperación. El joven se enfureció aún más, su mirada recorriendo la habitación con un odio visceral.
—¡Estoy hablando! ¡No les servirá de nada comer, porque todos perderán contra mí! ¡Soy el único que sobrevivirá! —vociferó, su voz como un trueno en la noche. Señaló con un dedo acusador al campesino rubio—. ¡Tú! ¡Dame tu comida, miserable!
El campesino lo miró con una calma que solo parecía enfurecer más al joven, que continuó gritando, su rostro rojo de ira. La habitación se convirtió en un caldero de tensión, donde el miedo y la desesperación hervían a punto de estallar.
— ¡Mierda! ¿Estás sordo o qué diablos?! —gritó el joven musculoso, su rostro rojo de ira.
— ¡Mierda, cállate de una vez! —se levantó el campesino rubio, su voz firme y desafiante—. Cierra el pico y vete a dormir, deja de molestar a todos. Al igual que tú, todos queremos ganar. —Lo miró con desdén.
— ¡Ah, así que te crees el muy macho, eh? ¡Pues vete a la mierda! —El joven musculoso se abalanzó sobre él, golpeándolo con furia. El rubio intentó defenderse, pero su cuerpo y fuerza eran mucho menores que los del otro chico. La pelea se intensificó hasta que unos chicos se interpusieron para separarlos, sujetándolos por los brazos.
El rubio se zafó con brusquedad—. ¡Suéltame, bastardo! —Y se dirigió al joven musculoso—. ¡Y tú, ahí tienes la puta comida, atragántate, imbécil! —Salió de la habitación con paso airado.
La tensión en la habitación era palpable, el aire estaba cargado de hostilidad y desesperación. La pelea había sido solo el comienzo, la verdadera batalla estaba por venir.
—oye! No puedes salir! Está prohibido —Le dijo uno de los chicos acostados—.
—las reglas me la sudan "sale de la habitación"
ya del otro lado de la puerta,se encontraba en el patio del castillo,no había nadie vigilandolos,así que se fue lentamente a ver por ahí lo que sea con tal de nk volver a la habitación,edtaba algo oscuro todo así que le costaba ver por donde iba,de pronto encontró un tronco de árbol en un rincón y se acercó sentándose en él.
—ah~ —suspira—
El pueblerino ya sentía la tensión y el peligro que rodeaba el juego al que se metió,sabía que no iba a hacer fácil ganar y que todos estaban dispuestos a hacer lo que sea con tal de ganar. De repente se escucha un ruido desde las sombras,pero el pueblerino no veía muy bien que era.
— ¿Qué haces aquí? "El Rey salió de la oscuridad acercándose a él"
—ah?! Y-yo,solo salía a tomar un poco de aire "se levanta haciendo una reverencia"
— sabes que está explícitamente prohibido el salir y aún así lo hiciste,eso lleva a un castigo,y lo sabes,y aún así saliste. "Dijo Sebastien parándose frente a él con una mirada aterradora"
— s-si...lo sé,y pido mis disculpas "nervioso y incómodo por lo que había pasado la última ves"
— ¿Como es tu nombre? Responde. "Dijo el Rey con las manos detrás de él"
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El juego del amor y la muerte
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