ll

2 0 0
                                    

Pasó el tiempo, y al día siguiente me desperté con la mente todavía revuelta por lo que había pasado la noche anterior con Samantha. Me levanté, me arreglé y bajé a la cocina para tomar un café. Mientras me lo preparaba, escuché el sonido de risas familiares que venían de la sala. Mis dos hermanas, Ama y Ari, habían llegado.

— ¡Kenzie! — gritó Ama, la mayor, al verme entrar— ¡Por fin te levantaste!

— Pensé que te quedarías dormida todo el día — agregó Ari, con una sonrisa burlona.

—No es para tanto —respondí, tratando de disimular mi nerviosismo mientras me unía a ellas en el sofá—. ¿Qué hacen aquí tan temprano?

— Queríamos verte, tonta —dijo Ama, dándome un abrazo rápido — No hemos tenido tiempo de hablar desde que volviste.

— Sí, queremos saberlo todo — intervino Ari—¿Cómo te fue en Estados Unidos? Cuéntanos todo, los detalles jugosos también.

Me acomodé en el sofá, pensando por dónde empezar. Había tanto que contar, pero también había cosas que prefería guardar para mí.

— Bueno, fue una experiencia increíble —comencé — Los primeros meses fueron difíciles, adaptarme a un lugar nuevo, a un idioma diferente, a estar lejos de casa... Pero luego empecé a hacer amigos y todo fue mejorando.

—¿Cómo eran los chicos allá? — preguntó Ama con curiosidad, inclinándose hacia adelante.

— Pues... diferentes. Son más abiertos, diría yo, y menos tradicionales. Algunos se sorprendían al saber que yo vivía en Monterrey, pero en general eran bastante amables. Hice buenos amigos, gente que me ayudó mucho.

— ¿Y de las clases qué tal? ¿Mucho estrés? —quiso saber Ari, que siempre había sido la más estudiosa de las tres.

— Sí, al principio me costó un poco. El sistema es diferente y las expectativas son altas, pero una vez que me acostumbré, pude disfrutarlo más. Además, había muchas actividades extracurriculares, algo que me ayudó a no sentirme tan sola.

— ¿Y... hubo alguien especial? — preguntó Ama con una sonrisa traviesa.

Me quedé en silencio por un momento, pensando en cómo responder. Había tenido algunos momentos cercanos con personas allá, pero nada que llegara a ser algo serio.

— No realmente — respondí, tratando de sonar casual — Conocí a varias personas interesantes, pero no hubo nada que pudiera llamarse una relación.

—¿Nada de nada? —insistió Ari, levantando una ceja.

— Nada de nada — dije con una sonrisa, aunque por dentro sabía que había más de lo que estaba diciendo, pero no quería entrar en detalles.

Ama y Ari intercambiaron miradas, como si no estuvieran del todo convencidas, pero decidieron dejar el tema por ahora.

— Bueno, lo importante es que aprendiste mucho y que estás de vuelta con nosotras —dijo Ama finalmente, dándome un apretón en el hombro— Nos hace felices tenerte aquí.

— Sí, aunque ya te extrañamos cuando te fuiste otra vez — agregó Ari, medio en broma, medio en serio— Pero sabemos que te gusta explorar el mundo.

Sonreí, sintiendo una mezcla de nostalgia y alivio. Hablar con mis hermanas siempre me hacía sentir mejor, como si las piezas de mi vida volvieran a encajar.

— Gracias — dije sinceramente — Es bueno estar de vuelta, aunque sea por un tiempo.

Después de charlar un rato en la sala, Ama sugirió que fuéramos a desayunar afuera, como solíamos hacerlo antes de que me fuera a Estados Unidos. Me pareció una idea genial, y Ari estuvo de acuerdo de inmediato.

Susurros y miradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora