Con cansancio y dolor por todo el cuerpo, Soobin al fin llegó a su hogar. Apreciar a unos cuantos pasos más la silueta de la casa donde pasó toda su vida, le daba alivio luego de tan agitado día.
El cielo ya brillaba del más luminoso naranja, su sombra era enorme, tanto como para alargarse por el sendero. Era una vista muy confortante, caminar en este suelo ya familiarizado le brindaba paz a Soobin.
Una sonrisa triste adornó su rostro luego de que a su lado pasase una mujer de la mano con su hijo. Ese niño que iba con la más grande alegría dibujada en su sonrisa, venía contándole a su madre lo maravilloso que había sido jugar con sus amigos. Soobin los miró alejarse por el sendero, sin que lo quisiera, sus ojos se llenaron de una fina capa húmeda.
—¡Te quiero, mamá!
Cuánta envidia y dolor contenía su corazón. Soobin suspira profundamente, limpia esa sensación salada de sus ojos y sonríe melancólico directamente al cielo del cálido atardecer. Si era cierto ese dicho de que cada nube que veía eran puentes y trampolines para los ángeles, su madre debería estarse divirtiendo mucho. Y pensar en la sonrisa de su madre, era suficiente para Soobin.
Si no tenerla con él en este injusto mundo mortal era el precio para la paz en el corazón herido de su madre. Soobin lo soportaría hasta su último día.
—¿Qué quieres de cenar, uh? Mamá lo hará para ti, Juho-ah.
—¡Pastel de arroz, pastel de arroz!
—Aigoo, pastel de arroz será entonces.
Cerrando los ojos, Soobin pudo sonreír aunque con esa pesada nostalgia en su pecho.
Te extraño mucho... mamá.
Se preguntaba si tenerla con él sería egoísta, si desear tenerla a su lado era demasiado, si lo merecía. Muy probablemente no, por eso es que el cielo se la quitó y Soobin siempre consideró que la bondad de su madre no la merecía ni siquiera él, más razones para que ella pintara el cielo de esos hermosos colores cada que el sol se metía.
Ella simplemente no pertenecía en este mundo oscuro cuando su alma era pura, como un lienzo sin manchar.
Cada que veía ese atardecer de regreso a casa, Soobin tenía la visión de los cabellos de su madre. Rojizos y suaves, con su mirada paciente sonriéndole y su dulce voz que era incomparable: Bienvenido, Soobin-ah. Siempre podía escucharla en su mente por pequeños fragmentos, quizás ese susurro permanecerá en su memoria por todos sus años de vida. A Soobin no le importaría, si es que un día cae dormido profundamente, pudiera por una vez poder escucharla de nuevo.
—Ah, lo siento mamá. Incluso ahora sigo siendo un mal hijo para ti. No puedo dejarte descansar como mereces, perdóname.
Soobin se limpió los ojos con su antebrazo. Respiró hondo y siguió el poco camino que le faltaba para llegar a la entrada de su casa. Frente a las rejas del hogar de su abuela, una mariposa se paró en sus dedos cuando intentó abrir.
Pudo ser una coincidencia o un momento donde Soobin era demasiado débil, no lo sabe. Esa mariposa se quedó unos segundos en los dedos de su mano, sin entenderlo bien, sus ojos lloraron en silencio y una sensación de paz llenó su corazón agrietado aunque también dejó soledad cuando esa mariposa tuvo que irse.
De algún modo, Soobin comprendió que su madre seguía allí. Sin palabras, esa pequeña señal o sin ser nada, era todo lo que necesitaba.
—Llegué a casa, mamá —murmuró. La mariposa se quedó descansando en ese árbol de florecillas. Soobin sonrió y entró.
Al ingresar, Soobin se quitó la mochila que llevaba dejándola en la mesa de la entrada. Se quitó los zapatos y se puso las pantuflas.
—¡Abuela, estoy en casa!
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STUPID MR. BEAR © SOOJUN
FanfictionYeonJun por fin tiene algo en mente para declarar su amor a ese chico pelirrojo de su universidad. Acepta ir a un parque de diversiones con su mejor amigo quien trabaja en un puesto de helados, a cambio de darle un poco del postre gratis para hacer...