ℑ𝔫𝔣𝔦𝔩𝔱𝔯𝔞𝔡𝔬

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~𝕮𝖆𝖗𝖗𝖊𝖙𝖊𝖗𝖆 𝖉𝖊𝖘𝖎𝖊𝖗𝖙𝖆~
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006
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-Dimitri: ~¿Qué... qué está pasando?~ Desesperado y aturdido, aunque sabía en lo que se metía no podía evitarlo.

-Guardia1: ~ No te muevas. Si haces algo estúpido, no saldrás de esta.~ sujetándolo

-Guardia2: ~¿Qué vamos a hacer con él?~

-Leonardo: ~Bueno, no podemos dejarlo aquí. ¿Qué tal si lo llevamos a mi casa?~ pensando todas las cosas que pueda hacer con él.

-Guardia3: ~¿A tu casa señor? ¿Para qué?~ sorprendido

-Leonardo: ~Así al menos nos puede servir para algo. Puede limpiar, cocinar... Lo que sea que necesitemos~ sonriendo con una mirada sádica.

-Leonardo: ~oh talvez como un nuevo juguete, el último que estuvo no dura ni una semana~ Riendo sadicamente

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En la mansión de Leonardo, los ecos de la opulencia y el lujo contrastan cruelmente con la realidad de los más jóvenes bajo su dominio. A primera vista, la residencia puede parecer un lugar de esplendor y grandeza, pero tras sus puertas, el ambiente es sombrío y despiadado. Los niños, en lugar de disfrutar de la libertad y el afecto propios de su edad, son sometidos a un régimen implacable.

En este lugar, los pequeños no son más que piezas en un engranaje despiadado, tratados con una indiferencia y una crueldad que desmienten la fachada de riqueza que los rodea. Se les obliga a realizar tareas interminables, trabajando largas horas sin descanso, como si fueran meros instrumentos para el capricho de su amo y su familia. La disciplina se impone a través de castigos severos y la intimidación constante, donde los golpes y las humillaciones son moneda corriente.

La atmósfera en la casa de Leonardo está impregnada de un miedo palpable, y los gritos y sollozos de los niños se pierden en el eco de los lujosos corredores.

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~𝓔𝓷𝓽𝓻𝓮 𝓶𝓲𝓼 𝓶𝓪𝓷𝓸𝓼~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora