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La puerta fue abierta por una señora de cabello rubio, esta sonrió al vernos parados en su pórtico y limpio sus manos con el delantal que tenía puesto.
–Hola de nuevo, perdón por mi vestimenta es que estaba cocinando el pollo–habló la mujer haciéndose a un lado para dejarnos pasar.
Entramos a la casa, mamá comenzó a charlar con la mujer, mis hermanas permanecían calladas y papá sostenía a Olin en sus brazos.
Observaba todo el lugar hasta que una voz me sacó de mis pensamientos.
Mis papás hablaban animadamente con la mujer rubia, yo esperaba a su lado ya que sería mala educación utilizarla el celular en estos momentos.
La mujer notó que seguía en silencio, algo avergonzada de conocerlos así que se acercó a nosotras para saludar a mis hermanas y luego a mi.
–Hola, Eris–me saludó la mujer, sonreí y extendí mi mano ya que aún no sabía su nombre–. Me llamó Heather.
–Que lindo nombre–dije, iba a admitir que en serio el nombre era hermoso igual que la mujer, recordé que tenía las galletas y con mi mano libre le entregué la caja–. Son galletas hechas por mi, una forma de dar las gracias por la cena.
–Eres tan adorable, no tenías porqué pero el detalle fue hermoso, gracias–respondió sonriendo de oreja a oreja mientras tomaba la caja, todos llevamos nuestras miradas a las escaleras al escuchar los pasos acelerados de alguien–. Sin correr en las escaleras, Tanner.
El niño se sorprendió al vernos, su mirada quedó puesta en James y tuve que contener la risa al ver la cara enfadada de Ryan.
–¡James! Tienen que ver lo que Pipo aprendió, vamos al patio–índico el rubio señalando el pasillo y mirando a mis hermanas.
James miró a mi madre esperando una respuesta, ella solo asintió con la cabeza y mi hermana se fue rápidamente del lugar junto con Tanner, Betty e Inez.
–Supongo que Leena se está arreglando–dijo Heather al verme con mi madre y su padre.
–No hay problema, ya es costumbre estar con los más grandes–dije levantando mis hombros, Olin extendió sus brazos hacia mí y no dude en cargarla.
–Pasemos a la sala–la rubia comenzó a caminar hacia el lugar, todo estaba tan limpio y acomodado que hasta daba pena tener que tocar algo–. Si quieren sentarse en el sillón, no pasa nada.
Me senté en el sillón para entretener al más pequeño, los adultos se fueron a la cocina donde seguramente también estaba Pete.
Lo único que se escuchaba eran las voces de ellos, los ladridos del perro y una fuerte música que provenía de arriba.
