Capítulo 7: Entre trampas y rescates

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Rebeca Miller

Es estúpido e infantil lo que estamos haciendo.

Pero tampoco es como me importe demasiado, acabo de cumplir diecinueve años, aún tengo toda una vida para madurar.

Mientras tanto, pelearé con imbéciles por robarse mi posesión más preciada y planearé la siguiente jugada, porque con mi oso de peluche, nadie se mete.

La rabia y un impulso descontrolado hicieron que lo llamará, si, así de fácil caí en su juego.

Después de unos segundos, su voz, su odiosa voz se hace presente en la llamada.

—Hola, ¿Quién habla?—contesta con la voz ronca.

—Idiota, ¿Quién te crees para...

—Ah, Miller, eres tú—interrumpe antes de soltar un bostezo—. Bueno, ahora que te tomaste la molestia de despertarme, me parece correcto decirte que tu juguete está a salvo conmigo.

—No es un juguete, imbécil, literalmente te robaste algo muy importante para mi.

—Entonces si no es un juguete, ¿Qué es?, además no quieras hacerte la víctima, ambos sabemos que tu también destruiste algo valioso para mi.

Intento mantener la compostura y no explicarle que Pedro Ravenclaw, es mi osito de apoyo emocional y tiene un gran valor sentimental por que me lo regaló mi abuela.

Y, si, así se llama mi peluche, no me juzguen.

—Te dije que me dejarás tranquila, no lo hiciste, después no digas que yo comencé—grito enfurecida.

—¿Qué no comenzaste con esto? Entonces dime, ¿Quién fue la que me dio una patada en los huevos, si no fuiste tú?

— Ja, y créeme que no me arrepiento de nada, pero eso no es lo que me importa ahora, mejor dime, ¿Cómo es que lograste entrar a mi habitación? ¿Cómo conseguiste mi número? ¿Es por tu estúpida guitarra, verdad?

—Ey, más respeto, ya destruiste mi guitarra como para que la sigas maldiciendo—contesta enfadado—. Y, creo que esas preguntas debería de contestarlas en persona ¿No crees?

Gruñó en respuesta y él suelta un resoplido, no puedo creer que no pueda entender algo tan simple como dejarme en paz y devolverme a mi oso, o más bien ahora que lo pienso, si puedo creerlo y hay algo básico que lo explica, es hombre.

—Te propongo algo—dice cansado—. Te veo hoy en el parque cercano a la universidad, a las cinco de la tarde, y más te vale no llevar a nadie.

—Tú no estás en posición de ponerme condiciones.

—Ah, ¿No? Entonces quizá quieres que te devuelva a tu oso con la cabeza separada del cuerpo, no me tientes, Miller.

—Ahhh, eres un imbécil, espero que tu guitarra ya no tenga arreglo y que toda la ropa negra de tu closet se la coman los ratones—grito a través de mi celular y él suelta una de esas estúpidas risitas sarcásticas.

—Si, lo que tu digas Miller—suelta irónicamente y sin más cuelga la llamada.

No me cansaré de decir lo imbécil y arrogante que es.

No puedo evitar sentir desconfianza, hay un odio mutuo entre ambos, eso es obvio y si ya se atrevió a entrar a mi habitación, me imagino que otras cosas puede hacer, además ¿Por qué pedirme ir sola?

Quiero decirle a Kyra que me acompañe, sin importar la condición de Sebastián, pero una de las razones por las que iba a llorar con mi oso de peluche, es la pelea que tuvimos hoy.

Diez motivos para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora