Trato.

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Desde aquella noche en la que el cadáver fue encontrado en la cocina de la mansión Moon, los rumores no dejaron de propagarse como un incendio en el bosque. Lo que inicialmente había sido un oscuro secreto, cuidadosamente ocultado por Bin, comenzó a filtrarse en la conciencia colectiva de la servidumbre y del pequeño pueblo cercano. La muerte de la sirvienta, envuelta en misterio y sangre, se convirtió en el punto de partida de una serie de eventos inquietantes que parecían surgir de las mismas entrañas de la mansión.

Bin, en un intento desesperado por mantener el control, había ocultado el asesinato. Sabía que si la verdad salía a la luz, la reputación de su familia y la de su hogar caerían en desgracia. Sin embargo, el silencio y las mentiras no fueron suficientes para detener el curso natural de los acontecimientos. Cosas extrañas comenzaron a suceder en la mansión. Objetos que desaparecían, puertas que se cerraban solas, y ruidos inexplicables que perturbaban la quietud de la noche. Pero lo más aterrador fue la muerte de Margaret.

Margaret, la fiel sirvienta que había señalado a Dongmin como el culpable, fue encontrada al pie de las escaleras, su cuerpo inerte y sin vida, con un ángulo imposible que sugería una caída fatal. Nadie había escuchado sus gritos, ni había visto cómo ocurrió la tragedia. Solo la encontraron al amanecer, cuando el sol apenas se asomaba por el horizonte. Su muerte fue rápidamente catalogada como un accidente, pero los murmullos entre los pocos sirvientes que aún permanecían en la mansión hablaban de otra cosa. Decían que algo la había empujado, que no fue un simple resbalón.

El ambiente estaba cargado de tensión, como si las mismas paredes susurraran secretos y maldiciones. Los sirvientes comenzaron a abandonar el lugar, uno por uno, temiendo por sus vidas. Incluso aquellos que llevaban décadas trabajando allí, no pudieron soportar la sensación de ser observados por ojos invisibles, o la presión constante de una presencia que no podían ver, pero sí sentir.

Aquella tarde, mientras revisaba unos documentos en su despacho, un sentimiento de desesperación lo consumió. Con un rugido de frustración, golpeó su escritorio, levantándose de golpe. Su respiración era agitada, y su mente, un torbellino de pensamientos oscuros.

El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de su furia. Giró bruscamente y lo vio. Dongmin estaba allí, apoyado en el marco de la puerta, sus brazos cruzados y una sonrisa torcida en su rostro. La mirada de Dongmin era penetrante, como si pudiera ver directamente a través del alma de Bin, despojándolo de cualquier defensa que pudiera tener.

—Tú... —murmuró Bin, con la voz cargada de tensión.

Dongmin esbozó una sonrisa burlona, resoplando suavemente mientras avanzaba con calma hacia la habitación. Mantuvo sus manos escondidas tras la espalda hasta que llegó al escritorio de Bin, donde se sentó en el borde posterior, girando su cuerpo para mirarlo de frente, mientras sus pies tambaleaban despreocupadamente.

—¿Ahora sí me vas a decir qué es lo que eres? —exigió Bin, su voz contenía una mezcla de furia y desesperación. Frunció el entrecejo, apretando los puños hasta que los nudillos se tornaron blancos, sintiendo cómo la ira hacía arder su rostro.

Dongmin pareció meditar la pregunta por un instante, adoptando una expresión pensativa mientras comenzaba a deambular por la oficina, caminando con una elegancia que contrastaba con la tensión en el aire. Se cuidó de no pisar los papeles esparcidos por el suelo, dirigiéndose hacia el pequeño balcón. Con un gesto casi ritual, salió al exterior y recibió la suave brisa nocturna.

—Creo que esa respuesta ya la sabes, Bin —respondió finalmente, apoyando ambas manos en la barandilla del balcón. Cerró los ojos, dejando que la luz de la luna bañara su rostro, sintiendo cómo esa energía lo revitalizaba.

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⏰ Última actualización: Aug 12 ⏰

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