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Brando's Pov

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—Zoe, ¿podemos hablar, por favor? —digo mientras trato de acelerar mi paso para alcanzarla.

—No quiero hablar ahora, De Sanctis —apresura su paso, pero la alcanzo y la abrazo por detrás, acercando su espalda a mi pecho. Meto mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro—. Por favor, Zoe, déjame explicarte, ¿sí? —dejo un beso en su mandíbula.

—No me gusta que seas un imbécil, Brando, lo sabes muy bien. Ahora suéltame y déjame ir a clase.

—No, vamos a hablar ahora —agarro su mano y la guío por los pasillos de la escuela, ganándonos las miradas sonrientes de Niccolò y Virginia. La llevo hasta las gradas frente al campo de la escuela.

—Tengo clase en menos de un minuto, De Sanctis —dice Zoe, lanzándome una mala mirada mientras se sienta en una de las gradas. Yo me paro frente a ella.

—¿Por qué te enojas, Zoe? —le pregunto de la manera más tranquila que puedo.

—No me gusta que seas un imbécil —dice mientras levanta la cabeza para mirarme—. Eso ya lo sé, ya me lo dijiste. Solo era algo de diversión.

—No, no es divertido ese tipo de videos, Brando, mucho menos ponerlo en una fiesta. Nadie quiere saber que te dieron sexo oral, ¿por qué no logras entender eso?

—Tal vez fui un poco estúpido, pero si te molesta saber si realmente hicimos algo, déjame decirte que no pasó nada más. Lo que sale en el video es lo que ocurrió, pero no llegamos a nada más, lo juro —digo sincerándome.

—No me importa si llegaron a algo más; me importa más saber que estoy siendo amiga de un estúpido. ¿Cómo te sentirías si alguien subiera un video así mío, Bra?

Mi mandíbula se tensa y evito el contacto visual.

—¿Ves? A eso me refería. Piensa en tus acciones, ¿sí? —Zoe se levanta de las gradas, deja un beso en mi mejilla y me abraza—. Al final de cuentas, eres mi mejor amigo, y aunque no quiero, no puedo odiarte mucho.

La abrazo y paso mis manos por su cintura.

—¿Entonces me perdonas? —le susurro al oído.

—Lamentablemente, sí —me responde.

—Quédate el primer periodo aquí conmigo, ¿sí? —le vuelvo a susurrar al oído.

—¿Y qué gano yo con eso?

—Pasar un rato con tu mejor amigo —digo mientras la acerco más a mí.

—Necesito mis apuntes para los exámenes.

—Te los conseguiré con Niccolò, ¿sí? Solo quédate conmigo. Además, tengo un poco de hierba y sé que has estado muy estresada por los exámenes —murmuro sobre su cuello.

—Está bien, pero me consigues los apuntes.

—Sí, tranquila. Solo déjate llevar, ¿sí?

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El olor a hierba flotaba en el aire, envolviéndonos en una nube de tranquilidad. Estábamos en el techo de la escuela, recargados en la pared de algún cuarto de servicio o máquinas. Zoe se acomodaba entre mis piernas, su espalda cálida contra mi pecho, mientras nuestras mochilas yacían descuidadamente a un lado, como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros.

—Mañana tengo casa sola —dice Zoe, quitándome el porro de la mano y llevándoselo a los labios para darle una calada profunda. Su voz tenía un toque de expectación, como si estuviera buscando una escapatoria del caos del día a día.

—¿Sí? Tal vez podríamos usarla como la vez pasada —respondo, acariciando su cabello suavemente, recordando aquella noche en la que nos olvidamos de todo, solo por un rato.

—¿Otra fiesta? No, gracias —dice Zoe con su típico tono sarcástico, ese que me hacía sonreír aunque no lo mostrara.

—Entonces, ¿qué quieres hacer? —le pregunto, devolviéndole la sonrisa mientras tomo el porro de nuevo para darle una calada.

—¿Películas y piscina? —sugiere Zoe, mirándome de reojo, buscando mi aprobación.

—Me gusta ese plan, preciosa —respondo, sintiendo una paz que rara vez encontraba en otros lugares.

—Deberías dejar de vender esta mierda, Bra —dice de repente, su tono serio me sorprende por un momento.

—Me da dinero, y además, parece que la disfrutas —respondo con un encogimiento de hombros, intentando mantener la ligereza en el ambiente.

—No necesitas el dinero. Si sigues vendiéndola, un día te atraparán y te meterás en problemas —insiste, su preocupación evidente en cada palabra.

—Relájate, Zoe, no arruines el momento —le digo suavemente, justo cuando el timbre suena, marcando el final del primer periodo.

—Me tengo que ir —dice Zoe mientras se levanta, acomodando su uniforme y agarrando su mochila con una resignación que no podía ignorar. Antes de irse, se inclina y deja un beso en mi mejilla—. ¿Me llevas a casa hoy?

—Ya sabes que sí, preciosa —respondo, devolviéndole el beso en la mejilla, sintiendo un calor que no tenía nada que ver con el sol sobre nosotros.

—Bien, nos vemos —dice Zoe, esbozando una pequeña sonrisa antes de bajar las escaleras del techo. Me quedo un momento, observando cómo desaparece de mi vista, y no puedo evitar sentir que, de alguna manera, ella siempre será mi refugio, mi escape.

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So High School | Brando De Sanctis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora