Capítulo 4

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Madison sintió algo de alivio llegar sana y salva a la casa de Joe, entonces escaló por el árbol y con mucho cuidado de no hacer nada de ruido. La pequeña soltó un suspiro que no sabía que estaba reteniendo.

Se tiró boca arriba en la cama que aún seguía teniendo sus almohadas y sonrió.

Había sido algo divertido, obviando la parte de los amigos de Emma y el hecho de haber cometido el primer "crimen" contra Joe. Pero no había estado tan mal, había bailado, había reído de vez en cuando y había conocido lo que era aparentemente una fiesta.

Aunque había un pequeño cosquilleo de remordimiento, se obligó a enterrarlo en lo más profundo de su ser. Estaba haciendo lo que quería, estaba experimentando otras cosas.

"Qué si él se hubiese ent..."

—No —Madison susurró, acallando el pensamiento que se estaba formando. No se le ocurría pensar en el velocista a tan tarde hora, eran las doce de la noche y no era momento de pensar en estupideces.

La castaña cerró un momento los ojos y sintió el cansancio dominarla.

Era momento de alistarse para dormir. La ojiverde soltó otro suspiro y se colocó de pie. Esperaba poder conciliar el sueño porque lo necesitaba. Entonces cuando colocó la cabeza en la almohada se dejó arrastrar hacia la inconsciencia en un santiamén.

Madison seguía moviendo objetos en su habitación, estaba haciendo un gran desorden, pero necesitaba encontrarlo. Era algo preciado ¿dónde se pudo haber metido? Ella no lo había movido, pero no aparecía por ninguna parte. ¿Lo había perdido? No podía ¿cómo dormiría esas noches que lo necesitaba?

—¿Madi? —la niña escuchó a lo lejos, pero lo ignoró. Él podía esperar, ese asunto, no. Tenía que encontrarlo.

Comenzó a tirar las almohadas al piso, deshaciéndose del cubrecama, rebuscando una vez más en la cama. Los cojines que estaba en la parte baja del mueble de su ventana, habían terminado también en el suelo, junto a los libros y algunos juegos de mesa que tenía en el estante de al lado.

—¿Dónde estás? —ella susurró con ligera urgencia.

—¿Cariño? —Madison lo volvió a ignorar y él se atrevió a entrar a su ahora desordenado dormitorio —¿Estás bi...? Wow ¿qué sucedió aquí? —preguntó algo confundido —Madi, detente —pidió cuando iba a tirar las cobijas que estaban ya dobladas y ordenadas.

Todo estaba hecho un desastre.

No era algo normal, la niña siempre mantenía su espacio limpio y ordenado. Él a veces le ayudaba, pero la mayoría de veces era la ojiverde quien cumplía con ese quehacer.

—No está, Barr —la niña se detuvo, observándolo. Había algo de angustia en su pequeño rostro.

—¿Qué cosa? ¿Qué buscas? —Barry comprendió ligeramente.

—El seño...El peluche —Madi murmuró, no le gustaba decirle en voz alta por el nombre que le habían puesto. Entonces, tiró con su poder con algo desesperación y enojo un cojín que estaba en el alfombrado suelo.

—Cariño, cálmate —pidió el velocista, yendo hasta Madi e inclinándose hasta su altura. —Respira profundo —prosiguió a tratar de calmar su pequeña fierecilla. La niña lo miró un momento, ¿por qué él lucía tan calmado?

La menor hizo lo que le pidió y se cruzó de brazos.

—Pero no está —pronunció haciendo un débil puchero. —Yo lo había dejado ahí —señaló su, ahora, muy desordenada cama.

—Lo sé, pequeña. Yo sé dónde está —dijo con una leve sonrisa y le dio un toque en su nariz.

—¿Qué? —la menor lo miró estupefacta.

Innocent Blood III : Rebel [The Flash]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora