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Capítulo 02
Deber y Honor

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Los pasillos fríos del castillo se iluminaban con cada paso firme que daba Severus, quien podía sentir la magia levantándose en cada ladrillo. Estaba molesto, claro que lo estaba.

"Madre," anunció, abriendo la puerta y rompiendo el silencio que envolvía el espacio mientras su madre se dedicaba al bordado. Ante sus ojos se encontraba la figura de su madre, con su cabello largo y tan negro como la noche que ocultaba sus facciones. En sus manos, sostenía el tapiz familiar, aquel que relataba siglos de generaciones. Con irritación, Severus frunció el ceño. "¿Porqué descolgaste el tapiz familiar?."

"Severus, cálmate," respondió ella, fijando sus ojos oscuros en él. Su madre conocía bien la tendencia de su hijo a perder el control de su magia ancestral cuando las emociones se desbordaban. "Supongo que fuiste a hablar con el rey."

Haciendo caso a las órdenes de su madre, Severus respiró hondo, intentando apaciguar la oscuridad que crecía en su interior. Después de darle la lamentable noticia de que las 'Pruebas de la Mano' estaban a punto de suceder. Esto era una noticia horrible para el joven heredero, que apenas contaba con dieciséis años, una etapa de su vida en la que aún no se sentía lo suficientemente maduro para realizar el ritual.

"Mi abuelo ha perdido la cabeza, madre. Es muy pronto, aún no estoy listo. Me faltan lecciones que aprender, hechizos que perfeccionar," fue callado por la palma cálida de su madre, quien acuñó su rostro con delicadeza. "Tenías más edad cuando se decidió tú despojamiento."

"Lamentablemente mi dulce príncipe, yo no estaba en tu posición."

La sonrisa reconfortante de su madre resultaba menos alentadora de lo que él deseaba. Severus sabía a lo que se refería; el rey Aldric se encontraba en una delicada situación de salud. Había ganado la guerra, pero el costo había sido su longevidad. No había mucho tiempo, por lo que era necesario tomar medidas desesperadas, y una de ellas era encontrar a alguien que pretendiera la mano del heredero.

"¿Es acaso la prueba de Maestría lo que te inquieta?," preguntó su madre, comenzando a acariciar su cabello, lo que lo hizo sentir un poco más tranquilo. "No tienes mucha competencia; Octavia es aún demasiado pequeña para participar, y Cassian es demasiado holgazán como para interesarse."

"No, madre. Mis hermanos están lejos de ser una preocupación en cuanto a poder," mencionó recordando que los Snape eran insignificantes -como lo era su difunto progenitor-, una familia de alquimistas que trabajaban dentro del castillo. Aunque no pertenecían a la línea directa, el vínculo que tienen gracias a Tobías podría darles durante las pruebas de Maestría una oportunidad de luchar por el trono. "El desafío no está dentro de mi angustia."

Para Severus, no era una sorpresa la noticia sobre su destino. Desde temprana edad, siempre se le había hablado con la verdad. Algún día, tendría que tomar la mano de alguien, despojarlo y así poder ascender al trono, digno de cargar con la corona.

La tradición a la que se refería el rey es que: el heredero no puede elegir a su pareja tan fácilmente. Existía una antigua celebración, que se llevaba a cabo cada temporada de Luna Azul. Es un evento sagrado en el que las casas nobles se reunían para rendir homenaje a sus ancestros y participar en rituales que reforzaban sus lazos mágicos. Durante el festival, se llevaban a cabo las Pruebas de la Mano, donde los participantes competían por el derecho a casarse con el heredero de una Casa Noble.

Este año, como dijo el rey, era el turno del heredero Prince. El rey Aldric no era tonto, sabía que era el momento. La luz de la Luna Azul bendecía esta decisión, proclamando el llamado para que el heredero de cada casa noble fuera convocado para competir por la mano de su nieto.

El reinado del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora