Necesidad creciente

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Edgar despertó de su profundo sueño. Lo primero que vió fue nuevamente el cuarto en el que había estado. Su estado había mejorado y analizando la situación quizás no era lo mejor escapar estando en celo. Pero aún así lo haría.

Se sentó para observar un nuevo juego de ropa al pie de la cama, pues seguía con la túnica anterior toda rasgada y rota, al menos ese tal Fang no lo había tocado ni para cambiarlo. Descubrir eso fue un alivio para el omega pero inmediatamente todos sus recuerdos regresaron a su mente.

Esos recuerdos, como cuando quiso aferrarse más a él, o cuando deseó intimar con aquel alfa... O cuando soltaba feromonas para atraerlo, o cuando de solo escuchar esa voz varonil sentía su parte trasera húmeda; en fin, se estaba avergonzado demasiado. Y se notó con un intenso carmín se extendió en ambas mejillas pálidas... ¿Enserio se había comportado como una puta necesitada? ¡Pero no era momento de pensar en eso! Trató de mantener ocupada su mente para no recordar esos momentos vergonzosos.

—Bien Edgar, es hora de ir por mi bufanda. —Dijo para sí mismo.

Se vistió rápido y salió de la habitación, hizo el mínimo de ruido para no ser escuchado y alertar a otros guardias. Esta vez no seguiría la ruta de antes, el trauma con aquellos soldados no se iría por lo pronto y toparse con ellos no era la mejor opción.

El pelinegro revisó cada cuarto a su paso disponible y en un almacén viejo encontró su preciada prenda.

—Te encontré. —Murmuró abrazándola.

La tela se pegó a su cuello como si fuera chicle. Ahora era hora de volver por donde vino...

¿Y por dónde vino?

Oh no.

—¡Carajo Edgar! ¡Ni para escapar sirves! —murmuró autoregañándose mientras se adentraba a cierto pasillo más decorado de lo usual.

Aquel, lo condujo a una puerta tallada: era grande y parecía hecha de una madera fuerte. Aquella entrada estaba semiabierta... Y como dicen, la curiosidad mató al gato.

El doncel se acercó y se asomó por la rejilla. Esperó varios segundos y por o pronto no divisó ninguna amenaza así que decidió entrar al espacio mientras se le ocurría una manera de recordar el camino a su cuarto. Lo mejor era no levantar sospechas sobre la recuperación de su bufanda.

Una vez estando adentro no pudo evitar aguantar las ganas de echarse en la cama grande. Las sábanas eran de seda fina y las almohadas eran muy cómodas... La decoración era singular y bastante tradicional.

El ambiente relajado incluso le dio sueño al menor... Hasta que identificó cierto aroma que lo traía loco desde hace unas horas; pronto volteó y se encontró con retratos de un rostro conocido... Todo indicaba qué esa habitación pertenecía a Fang Wang.

—Mierda, debo salir de aquí.

Edgar sabía que si se quedaba terminaría cediendo ante los encantos de aquel muchacho asiático, así que lo mejor era irse sin hacer tanto escándalo.

De puntitas se levantó de la cama y recorrió el camino a la salida.

La puerta se había trabado.

—Doble mierda.

Curiosamente el olor amaderado se intensificó, mezclándose con el durazno qué emanaba del omega. Los efectos del celo (qué por ahora habían sido calmados) resurgieron y le pegaron con fuerza. El pelinegro sintió un hormigueo en su espalda, como si tuviera un mal presentimiento. Sus sentidos se agudizaron al escuchar pasos hacia su dirección...

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El llanto de mi chico | Fang x Edgar [AU OMEGAVERSE +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora