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Denna

La habitación estaba hecha un asco y quedaba una hora para que nos recogiesen. Violeta todavía estaba algo nerviosa por el artículo, pero la situación en estas cuatro paredes parecía que le iba a provocar un paro cardíaco. Se acababa de duchar y vestir con un traje gris que se amoldaba perfectamente a su cuerpo y ahora estaba retocando su maquillaje. Encima de su cama estaba Salma metiendo a presión las últimas prendas de ropa que se encontraban esparcidas por la silla y el mueble de la televisión. Llevaba puesta una camiseta naranja oversize y unos pantalones cargo negros a medio abrochar. Y luego estaba yo, recién salida del baño con una toalla alrededor de mi pecho y con la maleta sin hacer. Iba a ser la hora más larga de mi vida.

- ¿Todavía estás así, Almudena? - Chilló Violeta mientras se ponía la máscara de pestañas. Pensaba que me iba a apuñalar con él en cualquier momento.

- ¡Ay, chica! Relájate un poco, tengo toda la ropa doblada, solo me queda meterla en la maleta. Tampoco es para tanto.

- Como seas así de insoportable en la academia vamos a tener que darte ansiolíticos triturados en la comida, Vio. - Chinchó Salma a la pelirroja. No sé si es la mejor forma de tratar a una granadina cuando se le empieza a inflamar la vena del cuello, pero cada una elige su forma de morir.

- Salma, a mí no vaciles que un día te vas a levantar con una franja de tu precioso pelo depilada. Y Denna, tienes cuarenta y cinco minutos para estar lista. No he estado soportando tus gritos esta mañana porque he pospuesto 3 veces la alarma para nada. - Nos amenazó Violeta apuntándonos con el gloss que estaba utilizando. Se que si fuese una pistola, estaríamos bajo tierra saludando a los gusanos.

Salma y yo aceleramos todo lo que pudimos escuchando cada tres segundos los gritos de Violeta. Quizá no fuese tan mala idea colarle un diazepam molido en el café que se había pedido.

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Chiara

Martin, Bea y yo ya estábamos en la recepción del hotel esperando a los demás. Esta mañana nos habíamos propuesto madrugar un poco más y dejarlo todo impecable. Menos mal que lo hemos hecho entre los tres, porque con los nervios que tenía mi mente iba demasiado acelerada, no era capaz de enfocarme en una sola cosa. Gracias a esta semana conviviendo con ellos me he dado cuenta de la luz que desprenden. Bea es una persona muy rápida cómicamente, no hay un solo silencio incómodo a su lado y cuando le contamos lo sucedido con Salma y el grupo de WhatsApp estuvo tranquilizándome, incluso cuando a ella tampoco la habían metido. Yo insistía en que no me había molestado, porque el drama prefiero plasmarlo en mi libreta y alejarlo del público, pero igualmente mis pensamientos intrusivos se relajaron gracias a esa conversación. Y Martin es un espejo de amor. Siento que cuando él está cerca puedo mostrarme igual de cariñosa y espontánea que con mis amigas de siempre porque sé que no me va a juzgar y me va a contestar con más amor aún si puede. Estoy muy agradecida por la unión que estamos formando y espero de todo corazón que siga siendo así.

- ¿Hacemos una apuesta de quiénes van a ser los últimos en bajar? - Propuso Bea mientras Martin y yo estábamos sentados encima de nuestras maletas y abrazándonos por los hombros.

- Yo voto por Álvaro, Juanjo, Cris y Suzete, siempre llegan tarde a las sesiones de fotos. - Contestó Martin mientras se ponía de pie para recibir a Lucas, Paul y Ruslana que salían por el ascensor.

- Puede que sea el trío de andaluzas, el otro día me dijo Violeta que desde que la cogieron en el casting no era capaz de llegar puntual a ninguna parte. - Añadí yo limpiándome el pantalón de las migas que había esparcido del sandwich vegetal que me acaba de comer. Sonreí imaginándome a Violeta corriendo por toda la habitación buscando el cargador del móvil, le pegaba mucho ser de las que se agobian por el tiempo, pero por 20 minutos más de sueño llegaría tarde a su propia boda.

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