El sol se hundía en el horizonte, bañando el paisaje desolado de Irak en un resplandor anaranjado. El aire estaba cargado de polvo y humo, vestigios de una guerra que había dejado cicatrices profundas en la tierra y en el alma de aquellos que la habitaban. En el centro de una ciudad devastada, entre edificios en ruinas, Irak se encontraba frente a USA, su rostro una mezcla de furia y dolor.
—¡Mentiste! —gritó Irak, su voz rasgada por la desesperación—. Sabías que no era un peligro, que no tenía armas... ¡y aun así, viniste a destruirme!
USA, de pie con las manos en los bolsillos, observaba a Irak con una calma inquietante. Sus ojos brillaban con una oscuridad que parecía absorber la poca luz que quedaba en el día. No había rastro de remordimiento en su expresión, solo una frialdad calculadora.
De repente, USA comenzó a reír. Una risa que no era humana, sino algo más siniestro. Era un sonido seco, carente de alegría, que revebelaba entre las ruinas como un eco de algo maldito. Irak sintió un escalofrío recorrer su espalda al escucharla, una confirmación de los miedos más profundos que había intentado ignorar.
—Lo sabía —respondió USA finalmente, sin molestarse en ocultar la verdad—. Siempre lo supe, Irak. Sabía que no eras una amenaza real, que no tenías las armas de destrucción masiva de las que hablaban. Pero eso no importaba.
Irak quedó paralizado, sin saber si la ira o la incredulidad dominaban su ser. Sus ojos se llenaron de lágrimas, no solo de rabia, sino también de traición.
—¿Por qué? —preguntó, su voz quebrándose—. ¿Por qué lo hiciste?
USA dio un paso adelante, acercándose a Irak con una sonrisa torcida en sus labios.
—Porque podía. Porque necesitaba un motivo para justificarlo ante el mundo. Y tú, Irak, eras el chivo expiatorio perfecto. Un enemigo conveniente. No era cuestión de justicia, ni de seguridad, sino de poder y control. Y ahora, mírate. ¿Quién va a recordarte como algo más que el monstruo que fabriqué?
Irak temblaba de ira, de impotencia, sintiéndose aplastado bajo el peso de la verdad. La manipulación, las mentiras, todo había sido parte de un juego macabro en el que él nunca tuvo una oportunidad.
—Has destruido mi hogar, mi gente... todo por nada —susurró Irak, su voz apenas audible.
USA solo se encogió de hombros, como si la devastación no significara nada para él. Luego, sin decir una palabra más, se giró y comenzó a caminar, su figura alejándose lentamente entre los escombros. La risa perturbadora que había marcado el final de la conversación todavía resonaba en el aire, como un recordatorio cruel de la indiferencia con la que había actuado.
Irak se quedó solo en medio de las ruinas, sus lágrimas cayendo silenciosamente al suelo. Ya no le quedaban palabras, solo el eco vacío de una traición que no podría olvidar, ni perdonar.