Perdí la noción de la realidad. Desde esa mañana no recordaba apenas nada y no sabía ni cuánto había pasado desde entonces. Yo no estaba bien, en absoluto. Mi tiempo se reaumía en ignorar a todo el mundo, beber hasta perder el conocimiento y pretender que ya no pensaba en ella. No era nada bueno en lo que respecta a las emociones, por lo que opté por la vía más fácil: no lidiar con ellas y emborracharme hasta olvidar.Todo había perdido sentido alguno, y ahí estaba yo sentado en un bar mientras le pedía cada veinte minutos una nueva copa de whisky al camarero. Creo que recorrí toda la cuidad a bares esquivando a mi madre. El poco tiempo que estuve en casa recuerdo que me gritó mientras lloraba y me reprochaba mi comportamiento y estado. La evitaba porque veía su cara en ella, como si estuviese aún ahí, conmigo; como si la que me regañase fuese ella. La evitaba porque era su vivo recuerdo y era una completa tortura. Y yo no podía...
Nick me llamaba cada ciertas horas para comprobar si seguía vivo y yo le mentía sobre donde estaba o qué hacía. Incluso a él le ocultaba la realidad: que pasaba los días borracho como una cuba y que estaba mal, pero de verdad. Aunque creo que él sospechaba algo. Nos conocíamos desde hacía demasiados años. Y la única persona que podía aliviar este malestar no estaba conmigo porque decidí apartarla ese tiempo. Porque era un jodido cobarde y no fui capaz de decirle que mi abuela había fallecido. Porque era un jodido cobarde y no supe decirle que yo también la quería... Y porque era un jodido cobarde y cuando se trataba de sentimientos me cerraba en banda completamente.
Alcé una vez más la copa por ella, brindando.
—Al final tienes razón. Siempre tienes razón —dije, como si ella pudiese oírme—, y soy un completo idiota.
Reí con amargura ante ese hecho.
El camarero me informó poco después de que debía cerrar y yo fruncí el ceño, mosqueado. Discutimos, hasta que me tendió las llaves que yo le confié y me echó del local. Vagué por la ciudad entre tambaleos y pensamientos que iban y venían. Me martirizaba yo mismo, recordando una y otra vez esa presión que sentí esa mañana al despertar. Porque me perseguiría toda la vida el saber que ese fue el instante en el que ella me dejó. Porque ella se habría ido en paz, tranquila, pero... ¿yo? ¿Cómo se supone que vivía uno sin su abuela?
***
Aún no sé ni cómo no me quedé dormido en el ascensor. Llegué lo mejor que pude a mi puerta y vino la verdadera prueba. Saqué las llaves de mi bolsillo y las alcé para verlas. ¿En qué momento se habían multiplicado y cobrado vida? Decidí probarlas todas.
La puerta se abrió por arte de magia... O no. Tan pronto la vi al otro lado hasta creí estar soñando.
—¿Lua? —dije—. ¿Qué haces en mi apartamento?
—Hola a ti también —respondió, mirándome... ¿enfadada?
—¿Cuándo has...?
Se acercó y me quitó las llaves. Su mano me agarró del brazo y sentí un cosquilleo. Tiro de mí, ayudándome a entrar, y casi tropecé. Colocó mi brazo alrededor de sus hombros y pude olerla. Joder, no recordaba qué tan bien olía ella y su pelo. Cerró la puerta y entramos juntos en el apartamento.
—Tus técnicas para ignorarme apestan —dijo, aunque me pareció que usaba ese tono suyo burlón para ocultar su verdadero enfado—. ¿Creías que podrías evitarme eternamente?
Respondí con un gruñido. No quería lidiar ahora con esto. Pero la quería a ella.
—Lua... —dije en un suspiro, cerrando los ojos tan pronto llegamos al sofá.
ESTÁS LEYENDO
UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]
Romance¿Qué sucede cuando un desconocido te plantea una relación sin amor? Nedra Vernon, una introvertida obsesionada con ese romance que tanto ha leído en libros no hace más que añadir hombres a su lista de "citas que jamás hay que repetir". Un trato est...