POV; cap. 11

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Nedra permaneció a mi lado en todo momento, escuchando atenta y sonriendo a todos. Sabía que estaba cansada, porque hasta yo lo estaba. Pero no quise dejarla sola. Y ella parecía haber entrado en modo standby.

No fue fácil la promoción, pero a la gente parecía interesarle mi idea de salas privadas para encuentros de negocios, entre otras cosas. La idea, por ahora, era usar el bar de Nick como "prueba". Tras ello, yo iniciaría la compra de mi propio bar y recrearíamos el suyo, comenzando mi cadena.

En un momento en el que pareció zanjada la conversación, le pregunté a Nedra si quería algo para beber y logramos escapar de una pareja muy amigos de mis padres. Entonces divisé la mesa de inscripción y nos llevé hasta allí.

Tomé una hoja y la rellené.

—¿Qué haces?

—Inscribirte para la donación, por supuesto.

—¿Qué? —dijo, asustada—. ¿Y tú?

—¿Yo? —solté una ligera risa—. Yo veré cómo pelean por ti y acabo ganando yo.

—¿Qué? —su rostro se arrugó—. Mira, no quiero qu...

—Vamos a la mesa.

Entregué su hoja y le tendí mi brazo. Me miró en total recelo, pero entrelazó el suyo al mío. Y es que la diversión acababa de empezar. Porque acababa de hacerla partícipe de la donación, a ciencia cierta de que sería toda mía y no tenía ni idea.

—Esta encerrona la vas a pagar —amenazó—. Estarás castigado dos semanas sin cómics.

—Entonces iré solo a la tienda —la provoqué. Para ella significaba mucho, incluso para mí, y se había convertido en rutina ir los lunes.

—No puedes ir —refunfuñó, mirándome de mala gana—. No puedes ir solo allí. Es una traición muy grande. Serías Judas.

Reí al confirmar su indignación. Divisé la mesa de mis padres y nos guié hasta allí. Saludamos y tomamos asiento.

—¿Lo estás pasando bien? —escuché a mi madre.
Hasta me sorprendió. Pero me gustó, porque se percató de que Nedra no era, en absoluto, lo que ella creía.

—Eh... sí —respondió tímida.

Nuestras miradas se cruzaron y me incliné hacia su oído.

—Tranquila —musité—, que no voy a separarme de ti.

Su ceño se arrugó, pero intentaba ocultar una sonrisa.

—¿Has visto al señor de la mesa de al lado? —susurró ella entonces. Me señaló con la cabeza hacia donde mirar—. Se le ve hasta el pegamento de la peluca.

Cuando me di cuenta y lo vi, no pude aguantarme la risa y tuve que cubrir mi boca.

—Lua —le reprendí, burlón.

—¿Qué? —exclamó en un susurro—. Se ha percatado toda la sala. Si se le ve a leguas.

—Deja de mirarle la calva al pobre señor —dije—. Es el director de la mayor empresa que colabora con nosotros. Y no es precisamente muy amistoso.  Podríamos perderlo todo.

—¿Qué? —repitió, pero esta vez llena de horror. Y me reí, comprendiendo ella al instante que no era cierto—. Eres idiota.

Entre más estupideces, el tiempo pasó. Cenamos, ni ninguno de mi familia intentó algún mal movimiento, y ella y yo pasamos un buen rato. Todo el ambiente parecía haberse relajado. Incluso Dave y mi madre intercambiaron algunas palabras con Nedra.

El presentador de la donación subió al escenario una hora más tarde. Dio las buenas noches, presentó el acto benéfico y yo la miraba de vez en cuando por el rabillo del ojo, viendo que empezaba a comprender la situación.

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora