Capitulo VI; El Rey Dragón

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-¡Vuestro hermano está por cometer una locura! Victoria corrió por todo el pasillo que llevaba hacia la sala de los donceles. No dejaría que su hermano mayor cometiese una tropelía hacia el único doncel que había tenido la descendencia de aparecerse en sus puertas. Enemigo o no, el chico estaba desarmado e indefenso ante una corte llena de bestias.

¡Le matará!, ¡Le matará!, corría despavorida entre los pasillos, gritando aquellas palabras.

Del otro lado del gigante castillo, en una lúgubre mazmorra, se hallaba aquel pequeño doncel. Parecía un indomable lobezno que estaba a nada de atacar. Los guardias se burlaban de él, imaginando que aquel jovencito no entendía el idioma que salía de sus bocas. Estoico, como se le había enseñado a comportarse, caminó en medio de los pasillos pestilentes a muerte. Le sorprendió el hecho de que, siendo un rey tan noble como lo era en los relatos de las hadas, albergara esclavos en tan malas condiciones. La orina y las heces eran las que perfumaban aquel lugar con un aroma de inmundicia. Aún así, caminó con la mirada altiva; no se permitiría que le viesen humillado. "Un lobo nunca agacha la mirada sin mostrar los dientes", se repetía a sí mismo.

"Mira, parece un ratón asustado. ¿Crees que se orine cuando vea a Daniel?"

Los hombres se cuestionaban aquello a sus espaldas. Sin embargo, él no les daría el gusto. Poco a poco comenzó a quitarse la armadura que llevaba puesta. Era más grande que él, y aún así la portaba con honor. Los soldados, al escuchar el sonido del pesado metal caer sobre el piso, de inmediato voltearon sus miradas hacia el joven, que ya solo con las vestiduras de cuero los miraba con un par de ojos severos, cafés como el cuero, oscuros y llenos de una rabia interna.

-¿No era esto a lo que los mandaron? Los enviaron a ver si no tenía armas escondidas en alguna parte del cuerpo. ¿Por qué actúan como si no supieran qué hacer? - Desabotonó cada una de las correas de cuero que cubrían su piel. Los dos hombres sonrieron, dispuestos a tocar aquel joven cuerpo con segundas intenciones, además de una inspección.

-¡Alto!

La voz de su majestad se hacía presente en la mazmorra. Él nunca bajaba ahí, sin embargo, estaba en lo más alto de la escalinata, de la mano de la joven Victoria, la cual estaba más que enfadada.

-¡Les ordeno que me dejen a solas con él, ahora mismo! - Los hombres asintieron y comenzaron a echar su paso hacia atrás, dejando que Sergio por fin pudiera admirar aquella imagen: un hombre con una hermosa melena color oro y ojos tan azules como los luceros que acompañan la noche nevada en Calupoh. Se atrevió a comparar sus labios con la fruta del lobo, la cual era una jugosa especie de pomelo. Tenía un delicado lunar en el labio superior. Sergio se preguntaba qué afortunada persona había besado esos labios en otra vida como para dejar esa marca de la diosa Iduna en él. Sin duda alguna, el libro de las hadas no le hacía justicia a la imagen frente a sus ojos; un hombre tan frondoso como Max Verstappen no podría ser cuento de una hada cotilla, tenía que ser obra de la misma Iduna en persona.

Max se acercó lentamente hacia aquel chico y, cuando estuvieron frente a frente, Max pudo jugar que los ojos cafés de aquel chico se tornaron con un poco de verde. Carraspeó un poco y finalmente decidió hablar.

- Zhilakai, Korvu shay, tlatzin nimat, Max Verstappen, Argus Kualtzin. - (No temas, no te haré daño, soy Max Verstappen, el Rey de Argus).

- Zhilakai, Lupari Valyri Tika. - (Hablas Lupari).

- Korvu Zhilakai Lupari Zhilakot tika nimat, Zhilakai shay, Valyri tlatzintli, tika tlaximali. - (He hablado Lupari desde muy pequeño, es una señal de respeto el dirigirme hacia ti en tu idioma).

Argus Kingdom ; "Baño De Sangre"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora