El sonido de la sangre se sentía tras mi ventanal, junto con los gemidos de dolor y los gritos de muerte. Se escuchaba todo, se sentía todo, el calor del fuego que emitían sus armas. De repente, entraron en mi habitación hombres cubiertos con mantas negras, llenas de manchas de sangre y cenizas.—¡Mamá! —llamé con desesperación, buscando su ayuda o algún tipo de contención, pero nadie aparecía. Cada respiro que emitía se hacía más intenso con cada paso que daban estas personas. Sus caras estaban cubiertas por una máscara que tapaba casi en su totalidad sus rostros; solo podía visualizar el ojo izquierdo de cada uno y percibir su Aura maligna. Tomaron mi brazo con fuerza y me arrojaron a un costado de la habitación. Mis costillas dolían y mis lágrimas brotaban sin cesar. El miedo aumentaba cada vez más, mientras sus armas desenfundadas se acercaban rozando el suelo hacia mí.—Devuelve al traidor —gritó el hombre que me había lanzado—. O tu pueblo solo será cenizas ante el clan Oscuro.
—No sé de qué hablan —mi voz, quebrada y temblorosa, solo logró emitir esas simples palabras.
—Mala respuesta, soberana de La Corona —dijo, y su espada tocó mi pecho, derramando mucha sangre. El olor a muerte se acercaba a mis sentidos, y mis lágrimas se mezclaban con el aroma a azufre que emitía mi color rojizo. Levanté la cabeza y solo pude ver su espada cortando mi cuello.Desperté después de eso. Esa pesadilla estaba de nuevo en mi cabeza; mis manos temblaban y mi cuerpo estaba cubierto de sudor. Revisé a mi alrededor y solo encontré mi habitación tal como la solía encontrar siempre. La puerta sonó dos veces y luego se abrió, permitiéndome ver el rostro de mi más grande amigo y consejero real, Azriel.—Majestad, el tiempo ha llegado —anunció. Mi coronación, la tan ansiada y poco deseada coronación. Las sirvientas entraron para cambiarme, maquillarme y alimentarme para esta absurda situación. Reina de La Corona; es ridículo pensar que soy la heredera que mi padre habría querido tener. Pensar que hace unos años ellos seguían insistiendo en buscar un heredero al trono, pero mi madre enfermó, los curadores reales no pudieron hacer nada y, poco tiempo después, mi padre falleció a causa de una enfermedad que nunca se logró descubrir.
Las sirvientas aplicaron maquillaje en mi rostro, pero yo pedí que no fuera tan exagerado. El vestido de color plata, con tiras doradas y rubíes cayendo de los costados, una mezcla de tres colores que denota grandeza, era lo único bueno de todo esto. Nunca estuve más en lo cierto; esa sensación de vacío llenaba mi pecho nuevamente. Mis padres no estaban conmigo para verme en la coronación. Mi pueblo espera un rey y tendrán una reina; seguramente muchos estarán decepcionados con esta coronación. Al otro lado del Castillo de La Corona, mi amado pueblo de Eldrador.—¿Está lista, majestad? —preguntó Azriel educadamente.—Si entiendes que seguiré siendo tu amiga después de esto, ¿verdad? —El sonríe y asiente.—La formalidad es algo a lo que tienes que acostumbrarte, y qué mejor que practicando conmigo. Caminamos hacia el centro del palacio, un castillo enorme con detalles en dorado y plata. El pasillo es inmenso, con cada habitación completamente llena de cosas que nunca llegué a conocer y que tendría que tener en cuenta. Creo que la sensación de no estar lista se debe a la desesperación de mi padre al buscar un hijo varón para el trono real. Llegamos ante los Consejeros, Curadores, Asistentes Reales y Sirvientes que me abren paso por un pasillo adornado con rosas y oro en polvo. Todos saludan con respeto mientras mi amigo sigue mis pasos. Los soldados que custodian la entrada real abren la enorme puerta y el sol entra en mis ojos. Luego, logro ver a mi amado pueblo expectante: algunos murmuran, otros están serios y muchos otros parecen felices por mi coronación. La música real comienza a sonar mientras me dirijo hacia el trono, que se encuentra al pie de las enormes escaleras de mi reino. Diviso la corona, hecha por el gran mago Merlín, diseñada para gobernar con el poder de la estrategia y la paciencia; creada para comandar tropas de guerra sin derramar sangre, para buscar la paz, para gobernar a un pueblo, para ser honesta y capaz. La corona de mi reino, ser reina de La Corona.—Ante los ojos de las diosas, ante la mirada del infinito, ante los ojos del poderoso Merlín que nos observa, ante la mirada cálida del pueblo de Eldrador, ante la magia real, ante el aura de los clanes de este mundo —Toma la corona mi amigo Azriel, mientras el sabio Travis continuaba su discurso ante los ojos de mi gente—, te será otorgada tu más sagrada posesión. El sentido de tu vida pertenece a tu corona y tu corona pertenecerá a tu vida.
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La espada y la corona
FantasyEn un mundo donde la magia y el poder se entrelazan, dos reinos han coexistido en una frágil paz durante siglos. La reina Melione, soberana de la Corona, está atormentada por visiones y presencias oscuras que amenazan con desestabilizar su reino. Su...