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Cuando Jeon salió del gran comedor, los guardias a los costados de la puerta se inclinaron respetuosamente ante su presencia.

—Vigílenlo bien. No tiene permitido salir de la mansión —ordenó Jeon con autoridad y un rostro severo, dejando claro que no estaba bromeando.

Los hombres asintieron con seriedad y ajustaron su postura.

Jeon empezó a caminar, pero se detuvo bruscamente después de solo unos pasos. Los guardias se tensaron ante la repentina interrupción.

—Ah, y otra cosa. No tienen permitido tocar ni un solo cabello de Taehyung. Si lo hacen, me veré obligado a cortarles las manos —dijo Jeon en tono juguetón mientras se reía. Luego, su expresión se volvió seria y los miró fijamente.

Los guardias comprendieron de inmediato. Aunque Jeon se reía, sabían que no era un gesto de diversión, sino una manifestación de su autoridad. Su risa, lejos de ser una expresión de felicidad, era una herramienta para imponer respeto y control.

Era irónico: Jeon no reía por placer, sino para imponer su dominio.

—Infórmenle a los demás. No quiero que un descuido de su parte resulte en víctimas—dijo, dándoles la espalda y marchándose con paso firme.

Jungkook... Jeon Jungkook. Su extravagancia era inconfundible. A pesar de su elegancia y atractivo, nadie entendía por qué un hombre como él podía imponer tanto respeto solo con su presencia.

 A pesar de su elegancia y atractivo, nadie entendía por qué un hombre como él podía imponer tanto respeto solo con su presencia

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Afuera de un gigante edificio en el centro de la ciudad, seis autos lujosos de color negro estaban estacionados en una fila perfecta. Las personas que transitaban por la zona y quienes se encontraban en la acera no podían evitar detenerse y observar los vehículos con asombro. La expectación en el aire era palpable; todos esperaban ansiosos a que alguien de relevancia descendiera de uno de esos autos.

—Señor, no es prudente que salga en este momento—advirtió el conductor, un hombre de cabello castaño y porte decidido, con un tono de preocupación en su voz.

El hombre permaneció en silencio, sus pensamientos visibles en su expresión mientras miraba sus manos. Después de un momento, exhaló un suspiro profundo.

—Si mi padre se enterara de lo que estoy a punto de hacer, vendría de la tumba para detenerme —dijo con una media sonrisa, consciente de la gravedad de sus acciones.

Con un movimiento firme de su mano, abrió la puerta del coche y salió, seguido por un grupo de cinco hombres. Entró al edificio con una determinación palpable que envolvía su presencia.

La recepcionista, al ver entrar a los hombres y especialmente al que parecía ser el líder, sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Aunque era indudablemente atractivo, no podía evitar preguntarse si se trataba de algún delincuente.

Jeon |KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora