PRÓLOGO - ¿VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE?

118 27 23
                                    

Alguna vez se han preguntado, ¿cómo será la vida después de la muerte?

Yo si... muchas veces. Millones de veces.

Pienso en ello cada segundo, cada minuto, cada hora, mes con mes. Al menos ha sido así desde hace 13 años.

Aquel día en el cual perdí todo lo que amaba y en el cuál entendí que jamás podría llegar a ser feliz. Soy la ley de Murphy caminando en 2 patas.

Ya es más de medianoche. Los búhos que entonan su cantico  son señal de que debo ir a dormir, pero, esta sensación inquietante no me deja, no quiero cerrar los ojos. No puedo.

Mi cuerpo se estremece al percibir el frío de la noche, haciendo que erice hasta el más mínimo espacio de este, pero, sin tener noción del tiempo, pierdo poco a poco el conocimiento, relajando mis músculos y desconectándome de la realidad.

*********

No se cuanto tiempo ha pasado, días, meses o tal vez años. Mi cuerpo se siente pesado y se me dificulta el poder hablar. Tengo la garganta tan reseca que incluso hasta me lastima el poder tragar. Me duele tanto la garganta, pero quiero gritar. Gritar y mis paredes desgarrar.

Abro los ojos para analizar el lugar en el que estoy, pero... mierda... No puedo ver. Comienzo a frotar mis ojos y formulo la probabilidad de que esto se deba a una mala jugada de mi mente. O que tal vez el haberme quedado tanto tiempo dormido me haya afectado. Hay un voraz frío calándome los huesos, los va perforando y nuevamente quiero gritar. Pero ni siquiera puedo hablar.

¿Qué es esto?

¿Acaso es el cielo? O ¿será el mismísimo infierno?

No sé dónde estoy. Estoy ciego y a pesar de ello, no tengo miedo... y eso es bueno ¿Cierto?

Presto atención, agudizando mi sentido del oído. Hay un vacío interminable rodeando el lugar. No logro escuchar mas allá que el crujir de las ramas y las ráfagas del viento azotar.

Y es allí, en medio de mi desespero, que oigo su voz. Una dulce y aterciopelada voz. Susurrando mi nombre, llamándome a cada instante. No lo pienso más de dos veces, me incorporo y a tientas la sigo.

— Elle, Elle

— ¿Mamá? —es lo primero que formulan mis labios

— Elle

Y una vez más, repito lo mismo.

Camino con pasos torpes, estiro mis brazos y trato de no tropezar. El infinito vacío me aterra cada vez más. No logro percatarme, tropiezo con algo y caigo de rodillas al suelo.

Rebusco aferrándome a la idea de que lo que acabo de escuchar no solo ha sido producto de mi imaginación.

— Mamá. Por favor. Sólo dame una señal

Tras mencionar aquello, algo frío recorre mi rostro y toca mis labios. Lo saboreo y el asqueroso sabor a fierro me pone alerta. Estoy sangrando: Creo que me he roto la cabeza: Pero eso no es impedimento para seguir rastreando. Así que, como un sabueso, huelo, oigo y siento; buscando un rastro que me indique que hay otra vida más en este obscuro abismo.

— Por favor; solo dame una señal

A este punto la cabeza me está matando, el dolor es tan insoportable que he comenzado a delirar. De mi boca no salen más que balbuceos que ni yo mismo logro entender y a pesar del mutilante dolor trato de concentrarme una vez más; hasta que oigo una rama crujir.

— ¿Quién es? —no obtengo respuesta— ¿Mamá?

—Elle —no puede ser —Mírate... cuanto has crecido

Mamá

— ¿Cuánto tiempo ha pasado?... has cambiado —Miente. Sigo siendo el mismo. El mismo niño que se escondía debajo de su falda tratando de conseguir un refugio. Aquel que corría a sus brazos para ser arropado por sus apapachos.

Sigo siendo el mismo niño, al cual le curaba las heridas dando besos y colocando banditas.

Sigo siendo aquel niño que aún ansía sus abrazos...

Mis ojos pican, y las lagrimas no tardan en salir. Tan solo anhelo verla otra vez; pero estos estúpidos ojos son incapaces de ver. Estoy cabreado; realmente deseo verle una vez más. Y es que... extraño todo de ella.

Su delicada sonrisa.

Su rostro pálido igual al mío.

Ese hermoso color de ojos que me heredó.

Su delgada y frágil figura.

Y... ¡Dios! Estoy tan agradecido. Soy la versión masculina de ella.

Ahora comprendo el por qué mi padre me abandonó. No soportó el hecho de que su único hijo se pareciera tanto a la mujer que alguna vez amó.

Es gracioso... ¿no?

Si hubiese tenido en mis genes un cromosoma XX y no un XY, sería la réplica perfecta de mi madre.

Ella era perfecta.

Percibo como sus brazos me envuelven en un abrazo, pegando mi cabeza a su pecho. Oigo de nuevo su corazón latiendo...

Pum, pum, pum.

Es constante y lento. Tan tranquilizante.

Paso mis brazos rodeando su cuerpo, y yo también trato de transmitirle mi calor.

Las fosas nasales se me han llenado de mocos y casi no puedo respirar. Esnifo tan fuerte que me atraganto y trago rápido para no toser.

— Elle, ¿por qué estas llorando?

— No es nada, es solo, felicidad —menciono acurrucándome como un cachorrito. Ella reparte besos por mi cabeza y su boca se detiene en mi oído.

— Ya es hora, Elle

El vaho que despide su cuerpo eriza cada parte del mío, hace que los vellos se me pongan de punta y la sensación es electrizante. Sus manos tocan mi rostro y no necesito ver para entender que en estos momentos nuestras miradas se han conectado.

Maldita sea... esto es una mierda

— Te amo tanto, mi pequeño Elle. Pero, ya no puedo quedarme más tiempo aquí —pronuncia tan cautelosa que me asusta lo que vendrá a continuación— Es momento de partir.

El constante  brote de mis lagrimas me hacen ver como una magdalena. Lloro y me aferro. Pero muy en el fondo sé que eso no solucionará nada.

Dios mío... ¿Por qué la vida es tan injusta?

Si aún logro recordarla, es gracias a los sueños que noche tras noche tengo. Y ahora, eso se esfumará. Al igual que lo han hecho cada uno de mis anhelos.

Hellen Davis me está abandonando... como hace 18 años lo había hecho Elliot Park; mi supuesto papá.

— Por favor, quédate un poco más —pido— Se que esto pasará y luego...

— Elle, debes saber la verdad. Pero para eso, debes dejarme ir.

— ¿Verdad? —cuestiono— ¿Cuál verdad?

Oigo como suspira y allí comprendo que esto en realidad le duele más a ella que a mí. Desconozco cuales sean sus secretos, o aquella verdad que no puede ser revelada.

—Aún no es momento. Pero, te prometo que pronto lo sabrás —besa mi mejilla y sé que esa es su despedida— Sé feliz, Elle. Y no dejes que tu pasado te impida avanzar.

Y bastaron unas cuantas palabras para perforar el duro e inquebrantable hielo que mi corazón había creado. Cerré los ojos, le pedí a Dios mantenerla conmigo más tiempo.

Pero no fue así.

Su cuerpo poco a poco se fue desvaneciendo, hasta quedar rodeado por un puñado de cenizas. Y justo allí, logré entender que...

Realmente ya era tiempo de dejarla ir.

*******

De haber sabido que mi vida sería infeliz desde el momento en que nací.... Jamás hubiese deseado existir.

Con amor, ElleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora