La noche había caído sobre la casa de los famosos, y con ella, un aire de misterio se apoderó de cada rincón. Las luces parpadeaban suavemente, creando sombras danzantes en las paredes. Karime y Gala, tras su encuentro en el jardín, se sentían más cercanas, como si un hilo invisible las uniera. Sin embargo, el miedo a lo desconocido comenzaba a asomarse en sus corazones.La cena se convirtió en una especie de ritual, donde los habitantes de la casa se reunían para compartir risas y anécdotas. Karime y Gala se sentaron juntas, intercambiando miradas que hablaban en un idioma que solo ellas entendían. Las manos de Karime buscaban la calidez de la de Gala bajo la mesa, un gesto que encendía una chispa en su interior.
—¿Te gustaría dar una vuelta por la casa después de cenar?— sugirió Gala, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nerviosismo.
Karime asintió, sintiendo que el corazón latía con fuerza en su pecho. La idea de estar a solas con Gala la llenaba de una mezcla de deseo y temor. Después de la cena, se escabulleron hacia el jardín nuevamente, donde la luna iluminaba el paisaje con su luz plateada.
El silencio era casi palpable, y el aire entre ellas se cargaba de una tensión eléctrica. Gala se detuvo y se volvió hacia Karime, su rostro iluminado por la luna. —No puedo dejar de pensar en lo que compartimos— dijo, su voz temblando ligeramente.
Karime se acercó, sintiendo la necesidad de romper la distancia entre ellas. —Yo tampoco— respondió, su aliento entrecortado. —Siento que he encontrado en ti algo que no sabía que buscaba.
Gala se acercó, sus miradas atrapadas en un instante que parecía eterno. Sin poder resistirse más, Karime tomó la mano de Gala con ternura y la llevó a sus labios, dejando un suave beso en su piel. La conexión fue instantánea, como si el tiempo se detuviera. Gala cerró los ojos, dejando que la emoción la envolviera.
—Karime...— murmuró Gala, su voz un susurro lleno de anhelos.
Fue entonces cuando Karime se inclinó, sus labios encontrando los de Gala en un beso suave, pero cargado de una intensidad que las tomó por sorpresa. Era como si todas las barreras que habían construido en torno a sus corazones se desvanecieran en ese instante, dejándolas vulnerables y expuestas.
Gala respondió al beso, sus manos enredándose en el cabello de Karime, acercándola más. El mundo a su alrededor desapareció, y solo existían ellas, dos almas perdidas encontrándose en una danza de pasión. La luna fue testigo del inicio de un amor que florecía en medio de las sombras.
Con cada roce, con cada suspiro, la intensidad aumentaba. Karime tomó la iniciativa, guiando a Gala hacia un rincón más apartado del jardín, donde la luz de la luna se filtraba a través de las hojas, creando un refugio privado. Allí, el aire se volvió más cálido, y las estrellas parecían brillar con más fuerza.
—No tengo palabras para describir lo que siento— confesó Gala, su voz temblando de emoción mientras se separaban un momento, sus frentes aún tocándose. —Es como si hubiera estado esperando este momento toda mi vida.
Karime sonrió, sus ojos llenos de ternura. —Yo también. Nunca imaginé que podría sentir algo así de nuevo.
Ambas se acercaron nuevamente, sus labios encontrándose en un beso más profundo, lleno de fervor y deseo. Las manos de Karime exploraban la espalda de Gala, mientras que las de Gala se aferraban a la cintura de Karime, sintiendo el calor de su cuerpo.
Sin embargo, la pasión también trajo consigo la confusión. Karime se separó un momento, su mirada llena de dudas. —¿Y si esto no es lo que esperábamos?— preguntó, su voz llena de vulnerabilidad.
Gala, con la respiración entrecortada, tomó su rostro entre sus manos. —A veces, las cosas más bellas surgen de lo inesperado. No podemos temer al futuro, Karime. Lo que siento por ti es real.
Las palabras de Gala resonaron en el corazón de Karime, y supo que no podía dejar que el miedo dictara su destino. Se acercó nuevamente, sellando sus promesas con un beso apasionado, mientras el viento susurraba a su alrededor, como si celebrara su unión.
La noche avanzaba, y en ese rincón del jardín, donde el mundo parecía desvanecerse, Karime y Gala comenzaron a explorar no solo sus deseos, sino también su conexión emocional. Se sentaron en el suelo, con la luna como testigo, compartiendo risas y confidencias, mientras sus corazones se entrelazaban cada vez más.
Ambas sabían que el camino no sería fácil. Las sombras del pasado aún acechaban, pero en ese momento de vulnerabilidad y entrega, decidieron que estaban dispuestas a enfrentarlo juntas. La pasión y el amor florecerían en medio de la adversidad, como un faro de esperanza en la oscuridad.
Y así, bajo el manto estrellado, Karime y Gala comenzaron a escribir el primer capítulo de su historia de amor, una historia que prometía ser intensa, apasionada y, sobre todo, transformadora.