CAPÍTULO III

126 20 0
                                    




La boda fue un asunto pequeño, y solo estuvieron presentes sus familiares más cercanos. Había más miembros de la prensa que invitados. Ciertamente hubo más discursos políticos que felicitaciones a los recién casados.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, se acabó. La prensa se fue, Lord Marc'ngh'os ofreció unas secas felicitaciones y también se fue, después de advertirles que volvería dentro de unos meses para la elección de su nuevo Lord Canciller, o al menos eso era lo que había dicho. Cínicamente, Julián pensó que vendría porque no confiaba en ellos para mantener la paz.

De cualquier manera, solo quedaban las dos familias y el primer ministro Scalioni.

Este último estaba hablando con Fernández. Su marido.

Julián todavía no podía creerlo del todo. Tenía marido. Un marido que había conocido hace unas horas. Parecía surrealista.

—Julián.

Se volvió al oír la voz de su papá.

—¿Majestad?

El rey Pep parecía disgustado, pero siempre lo hacía.

—No quiero quedarme acá más tiempo del necesario. Salgamos ahora que esta farsa finalmente terminó. Ya le dije al piloto que prepare nuestra nave para la salida.

Julián asintió y miró a su mamá. Estaba hablando con la mamá de Fernández.

—Le digo a mamá y nos podemos ir.

—¿A dónde vas?

La familiar voz profunda hizo que Julián se congelara. Se volvió y miró a Enzo, a su marido. El beta los estaba mirando con el ceño fruncido, sus ojos oscuros se movían rápidamente de Pep a Julián y viceversa.

Antes de que Julián pudiera decir algo, su papá respondió con frialdad:

—Nos vamos.

El ceño de Fernández se profundizó. Miró a Pep durante un largo momento antes de decir suavemente:

—Les deseo a usted y a su esposa un buen vuelo, pero mi esposo se queda conmigo.

Una vena tembló en la sien de Pep.

—¿Perdón? —Gritó—. Mi familia y yo nos vamos —Su tono fue definitivo—. Dale Julián, vení.

Enzo puso una mano sobre el hombro de Julián.

—Mi marido se queda acá —repitió, su voz como el acero.

Una risa histérica subió por la garganta de Julián. El rostro de su papá no tenía precio. Honestamente, Julián no podía recordar la última vez que alguien se atrevió a contradecir a su papá, y mucho menos que lo hiciera un beta. No es que los betas no pudieran estar seguros de sí mismos, pero era biológicamente difícil para los beta hacer frente a los alfas: las feromonas alfa generalmente eran demasiado opresivas e intimidantes. Incluso ahora, las feromonas alfa de su papá intentaban someter la voluntad de Fernández, pero, para asombro de Julián, Fernández no parecía afectado en absoluto, su expresión era firme y poco impresionada.

—¿Tu marido? —dijo Pep, burlándose—. El funcionario del Consejo Galáctico ya se fue, y no hay más reporteros; no hay necesidad de seguir así. Todos sabemos que este supuesto matrimonio no es más que una farsa.

Fernández miró fijamente al rey.

—Está siendo ingenuo o miope si cree que podemos simplemente dejar el 'acto' ahora que Lord Marcos no está. No hay acto. Para que la paz dure, nuestra gente tiene que creer que nos tomamos en serio la paz y esta unión. Su hijo se casó conmigo. Él es mi marido, y él no puede salir de Kadar ahora. Ciertamente sería obvio para todos que este matrimonio no es más que una farsa y haría que todo lo que hicimos hoy sea para nada.

ANTINATURAL. [enzo x julián]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora