𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐈𝐈𝐈: Unión sagrada.

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En los resplandecientes salones del palacio, el Emperador reposa en su asiento más confortable, envuelto en la opulencia y la compañía de poderosos dignatarios

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En los resplandecientes salones del palacio, el Emperador reposa en su asiento más confortable, envuelto en la opulencia y la compañía de poderosos dignatarios. No obstante, su corazón yace sumido en un abismo de desolación. La Emperatriz, con su belleza etérea y su pasión por las flores, es la única capaz de colmar ese vacío. Aun así, ella lo observa con una mirada distante, como si él fuera un forastero en su propio dominio. Quackity ha intentado conquistar su afecto por todos los medios imaginables. Ha compuesto poemas al amparo de la luz lunar, ha obsequiado gemas que rivalizan con el brillo de las estrellas y ha erigido jardines en su honor. Sin embargo, Luzu sigue siendo inalcanzable, semejante a una flor en la cima de una montaña. La frustración devora al Emperador. Día tras día, anhela que él lo contemple con dulzura, que sus labios murmuren su nombre con afecto. Pero, en vez de ello, el castaño se sumerge en sus reflexiones, perdido entre pétalos y suspiros. El Emperador se cuestiona si logrará alguna vez conmover su corazón, si llegará a ser algo más que una sombra en su existencia.

La decepción lo inunda. Sus noches son extensas y solitarias, mientras el ojo rubí reposa ajeno a su sufrimiento. Él, soberano de un imperio, se halla indefenso frente al amor. Las estrellas parecen mofarse de su desdicha, recordándole su derrota. Porta su corazón destrozado como una corona de espinas. Luzu continúa siendo su inspiración, pero también su martirio. En su desesperación, se cuestiona si hallará la llave para desbloquear el cofre de su alma y liberarla de su cárcel floral. El Emperatriz, con su mirada misteriosa y labios cerrados, esconde sus sentimientos como si fueran un documento secreto. Frente a la frustración del Emperador, permanece inalterable, como una flor que desafía la tormenta. Sus ojos, tan profundos como las gemas más preciadas del reino, no desvelan nada. ¿Será indiferencia o resguardo? Solo el castaño conoce la respuesta. Durante las noches, cuando la luna ilumina los pétalos, el Emperatriz se posa junto a la ventana. Contempla las estrellas y atiende al murmullo del viento. No hay lágrimas en sus ojos, solo una melancolía ancestral que ahora es parte de ella. Tal vez amó en el pasado, pero su corazón se ha convertido en un jardín mustio. Quackity busca acercarse, pero se retrae como un ciervo tímido. Sus palabras son como hojas muertas que caen silenciosamente. Luzu no desea lastimarlo, pero tampoco puede corresponderle. Sus raíces yacen en otro lugar, en un mundo de ensueños y secretos. ¿Acaso el amor no es más que una quimera? Prefiere la soledad y la fugaz hermosura de las rosas. El Emperador, con su corona de desesperanza, no es más que un forastero en su jardín. Solo eso.

El castaño rió junto a su mejor amigo. La reunión había concluido con un acuerdo de intercambio de materias primas por un año; si se cumplía con la venta asignada, el tratado se haría oficial y permanente. Quackity miraba con cierta incomodidad a su alrededor, hasta que un conocido se acercó, ofreció una sonrisa forzada y levantó su copa de vino blanco. Su contraparte suspiró al reconocer esa sonrisa obligada.

— ¿Aún no has conseguido su afecto? — El Emperador guardó silencio, esa respuesta fue más que suficiente, aunque ya se lo esperaba —. Te advertimos que no sería fácil, especialmente con alguien de los Vlogs; todos son excéntricos a su manera.

𝗟𝗮 𝗳𝗿𝗮𝗴𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗱𝗲𝗹 𝗲𝗺𝗽𝗲𝗿𝗮𝘁𝗿𝗶𝘇 | LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora